viernes, 8 de julio de 2011

"Canción de una vida sin propósito"



Se dice a si mismo que entre más se afane en su búsqueda, menos logrará encontrarse. Antes de sacar el bulto al frío, trata de aplacar su desvarío. Entonces se pierde por las calles, bajo la lluvia. Sin pensar al andar, sólo observa y escucha, pero no puede evitar recordar. Su cuerpo padece los años, como una carga incomoda, el llanto resulta insípido, la duda atenaza el ánimo. Cuando el calor lo va acogiendo, no se siente renovado, quisiera seguir vagando, sin saberse derrotado. Extraviado en su anodina existencia, ha renunciado a la responsabilidad, por propia voluntad, acumulando edad, sin variedad. Todo le parece un mal sueño, del que no habrá de despertar. A pesar de la apatía, continúa maravillándose cada mañana, con los milagros más sencillos. No muy convencido, sale a ejercer el libre albedrio. Ansioso se repite, que es cuestión de decidirse, caminar erguido, confiando en su experiencia o simplemente, sin remordimientos, reprimirse. Reconoce sin dudas, que la vida, el mundo, tienen muchas cosas hermosas y su pesimismo no puede nada contra ellas.
El sacerdote, el arquitecto, el músico y el boxeador, se quedaron en los sueños de un niño desobediente, alma serrana perdida en la ciudad. Un adolescente desorientado, ansioso, ofuscado, buscando nada, perdiendo todo. Un viejo sin amigos, ni techo cálido. Huérfano de una familia que lo tachó de loco. Le llaman “vago”; él observa, indulgente, la marcha de todas las horas, con la mente llena de imágenes desordenadas, palabras se atropellan en su boca desdentada. Errante en el valle, inconsciente desafía los ríos tumultuosos, danzando entre el tránsito, payasito trágico, recoge monedas de caridad. Compra una compañera que cabe en su mano; cuerpo frío, alma ardiente, comunión constante, lucidez delirante. Llevando su edén, a todos los puntos de este infierno, quijote andrajoso. Bastardo de la calle, fantasma en el callejón, compartiéndole el rincón a un perro tan sucio, hambriento y solo, como él. Al calor del licor, otro trago de olvido, en una noche sin sueños.


11 comentarios:

Antony Sampayo dijo...

Y nunca nos encontraremos, amigo Pherro, por lo que tu mismo dices, el bendito pesimismo que nunca nos abandona.

Abrazos.

la MaLquEridA dijo...

Me pregunto continuamente cuando veo indigentes, qué habrá pasado en su vida que los orilló a eso, no sé PHERRO.

Ros dijo...

La primera mitad no me gustó, me parece un comienzo saturado de participios, gerundios y demasiado adjetivizada. Además las rimas me resultaron incómodas.
Pero la segunda mitad, (El sacerdote blablá...)me parece muy muy buena. Disfruté mucho de tus imágenes, y me parecieron excelentes tus frases.
Saludos!

D. dijo...

Me ha gustado de corrido.
Es que lo has escrito "a tu manera". Es tu estilo y no sería vos de escribirlo de otra forma.

En cuanto al contenido, a veces los callejeros, lamentablemente padecen el exilio interno. Son producto de la sociedad.

Otros, que nos parecen perdidos y abandonados pueden darse que el resto del mundo -en otros ámbitos- está a su manera, perdido y abandonado.

Hasta la prosa te sale verso y rima.

Siracusa dijo...

Me pasa lo mismo que a la Malque, ¿que les habra pasado?. Me gusta la idea romantica de como visualizas a estos personajes, me agradó mas la segunda parte porque es mas clara, creo que si es prosa debes cuidar las rimas internas porque rompen un poquito el esquema de tu texto y lo debilitan, pero a fin de cuentas el escritor tiene la última palabra. :D

Aline Suárez del Real dijo...

A mi me sorprende como en una prosa le das rima y entonces suena con ritmito, me gusta pero a la vez me parecen demasiados adejetivos en tan corto espacio, aun asi tambien siento que eran necesarios para en un corto espacio describir la situacion y la persona. Muy adecuado el texto y muy triste tambien

Capitan TINTASANGRE dijo...

Era un callejero con el sol a cuestas
fiel a su destino y a su parecer
sin tener horario para hacer la siesta
ni rendirle cuentas al amanecer

vaga su recuerdo por los sentimientos
para derramarlos en esta canción.
Al fin y al cabo amigos míos,
no era mas que un perro...


Tu texto me recordo mucho a Alberto Cortes

a veces creo que la vida en la calle sin depender de nadie debe ser maravillosa.
despues regreso a la realidad.


me gusto tu historia y mucho

María Beatriz dijo...

Cada vez que veo un callejero, también me pregunto cómo y porqué llegó a ese punto.
Una amiga mía que trabaja en un refugio para callejeros, me contó que muchos de ellos no quieren dejar de hacerlo y el motivo que ponen de manifiesto es que para ellos es más fácil vivir así, mendigando, que una vida llena de obligaciones como tenemos la mayoría de las personas...

Me gustó mucho el relato!.
Besos

maldito desgraciado dijo...

Uh carnal, siempre que veo un vago me imagino que es un wey que apuntaba alto y no la armó y se exilia en la autocomplaciencia jaja.
Traté de leerlo con la rola de fondo pero no pude, mejor cada una por separado.

Dr. Gonzo dijo...

El callejero es un niño con corazón de trotamundos. O un adicto irredento.

Anónimo dijo...

a ti tambien TE amo

att. ojos negros