sábado, 25 de enero de 2020

Nueva vida

La tierra se fue diluyendo, con el suelo desquebrajándose y los ríos desbordándose. De fondo una canción de sin nombre, de frente un atardecer quemado por un sol que ya no calienta. La tierra se abre y se muestra tal como es: roja, incandescente. Calcinando todo a su paso, sin temor a nada, avanzando implacable, llevándose todo, arboles, animales, piedra, risas y llantos. El tiempo se ha detenido solo en este instante, donde todo está muriendo, observando, escuchando, abrazando a la muerte, como viejos amigos que se reencuentran tras un largo tiempo de ausencia. Y el tiempo tacha un número más, con su delicada pluma, en la libreta de la eternidad. Para el solo una raya más. Una insignificancia, una entre tantos mundos, tantos soles moribundos, tanto tiempo, tantos atardeceres olvidados. Y la muerte, a su lado, solo puede ver como su creación se va desvaneciendo, poco a poco, sin oponer resistencia, dejando que se diluya, esperando a que el tiempo le deje de nuevo volver a construir esa vida de la cual es madre.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Vuelo 403

Un correo de la aerolínea me notifica que no olvide imprimir mi pase de abordar, borro esa notificación así como una docena de correos y mensajes de voz que no deseo leer. La maleta estaría casi lista, de no ser por este fatídico diciembre. El café y la plática se acurrucarían en nuestros ojos, pero decidiste dejar de existir. Los ánimos y las ansias revolotearían por mi ombligo, pero quebraste este sueño. No te llamas Luis, ni Sergio. Pero otra vez lo mismo. Dueles. Y no es 2008, ni 2012. Pero es otra vez lo mismo. Rompo fotos que ya son pedazos de un pasado que se desdibuja como el ticket de la cadena comercial que hoy encontré en el fondo de mi bolso: una recarga para el celular, fritos con sal y limón, coca-cola, cervezas y un caja con 24 tabletas de antiácidos, como si hubiéramos estado juntos más tiempo, ¿es una broma, vida? Apenas alcanzo a ver el número de esa tienda ubicada sobre el Blvd. Insurgentes, ojalá así se borren nuestros recuerdos, y los recuerdos de la aerolínea, que insiste en que imprima mi pase de abordar, que insiste en que seleccione mi lugar de asiento, que insiste en que sea la misma de hace un mes, pero lo único que es lo mismo, es diciembre: sin aquél, sin él, sin ti, sin mí. Con esta angustia que me raja el pecho; armada y desarmada, sin alcanzar a juntar las promesas y los para siempre que nunca fui a tu lado. 
Cada rincón de esta casa te respira, cada prenda, cada objeto, los regalos que hace unas semanas envolví, las flores, tu carta, los restos que dejaste en mí. Otra vez lo mismo, con otra cara, con otro nombre, con diferente dolor. En diciembre.
Quizá mañana, cuando me nombren y no esté, muchos piensen que soy una idiota por haber perdido el vuelo, por haber despertado tarde, por no estar ahí, en ese asiento, a esa hora, volando junto a ellos, pero no se puede estar muerto y volar. Ni puedo llamar a gerencia y cancelar por un inexplicable dolor de pecho.
No estará mi cuerpo en esa fila de pasajeros, pero ojalá vuele diciembre, lejos de mí, de todo lo que fui. Adiós, fatídico mes, buen viaje.





viernes, 8 de mayo de 2015

Final



La noche se me hace eterna. El calor pudre las gotas de sudor que resbalan por la frente, quienes nuevamente suben, se evaporan y vuelven a caer, en un desagradable ciclo, que parece no tener fin.

El calor infernal, el sudor pegajoso, el olor nauseabundo, estar sentado frente a esta mesa que se tambalea, que escurre sangre. Hay dos cuerpos que necesitan ser desmembrados y yo estoy aquí, en esta maldita rutina que es estar sentado, cortando partes, casi mecánicamente, ya sin ningún sentido, sin sentir nada, sin esa vieja sensación de ser Dios. Hoy son dos, antier fue uno, hace un mes eran tres. Mañana quién sabe.

Como dije, ya es mecánico. Levanto un brazo y corto, serrucho y separo. Levanto la pierna y repetimos. Ahora toca la cabeza, esa parte tan esencial y tan frágil, que se separa casi al contacto con el bisturí. No es como antes, cuando me podía quedar viendo los ojos vacíos por horas, intentando descubrir el sentir que es morir, tratando de descifrar su ultima reacción, si es odio, temor o, nunca se sabe, admiración y liberación, por terminar por fin con el trabajo. Ahora desecho la cabeza casi sin verla. Va cada parte del cuerpo, una por una, a una bolsa negra, que espero tirar por ahí o simplemente dejarla fuera de mi casa, para que pase el camión que se lleva la basura y esperar, casi con júbilo, que me descubran y así poder terminar de una maldita vez con esta rutina, que poco a poco ha terminado con mis ganas de vivir y de seguir asiendo lo que fue y ha sido mi misión en la vida.

Me levanto, enciendo un cigarro, me echo la bolsa a la espalda. Todo es tan podridamente sin sentido. Deposito la carga en la cajuela de mi auto, subo a el, lo pongo en marcha y me alejo un par de cuadras, para bajar, abrir la cajuela, sacar la bolsa negra y tirarla cerca de una alcantarilla, a plena luz de la farola. Rueda la cabeza fuera, ya ni si quiera me detengo a ponerla nuevamente dentro. Solo la miro rodar y detenerse junto a la banqueta. Y se queda mirándome, como si quisiera entender el porqué de mi desdicha. No puedo hacer más que levantar los hombros, dar una fumada y regresar a casa, donde me espera esta maldita rutina, con la noche eterna, el sudor sin fin, el olor nauseabundo y el otro cuerpo que espera ser despachado.

 




Dark


martes, 10 de marzo de 2015

Afuera llueve

Leí que recordar, en ocasiones, también cuenta como mala memoria. Qué bueno que la mía es buena, aún. Pero ahora llueve, por eso es inevitable pensar en ti. En las nubes grises que pintamos en el cielo, en las gotas caprichosas que escurrieron por la ventana, en eso que no fuimos.
Afuera llueve y el frío se cuela en mi memoria, pero ahora no hay enojo: aunque nunca entendí muchos porqués sepultados bajo mis pasos, aunque lo expliqué de mil maneras, aunque no lo viste, porque no somos ni tontos, ni malos, ni indiferentes. O sí. Porque somos otros.
Afuera llueve pero mañana será un día soleado, y porque soy otra, recibiré el calor con la sonrisa abierta esperando esa gota de sudor que se precipitará por mi espalda y que caerá, junto con mis ganas de redactar, a un pasado donde le pedí perdón a las letras, pues ahora tengo más ganas de sudar, que de escribir.

R.

jueves, 20 de noviembre de 2014

La puerta

    La calle  es muy solitaria y callada, solo se escuchan los motores de los coches que pasan por la autopista que custodia mi casa, la puerta está cerrada y solo veo sombras atreves del cristal opaco, ¿quién está ahí?, se supone no hay nadie, ¿quienes son esos niños?, ¿que hacen ahí?, sin saber como (porque nadie me abre) entro a la casa... Veo a dos niños pequeños pero, ¿quienes son?, escucho la regadera, algo raro pasa, siento la presencia de alguien más, se supone mi papá esta solo... o no?. Sale una mujer que no logro reconocer y se ve muy alegre y sospechosa, cómplice de algo con mi papá, él sale del baño, se ve muy joven, feliz, diferente, podría decir que no es mi papá; ellos intercambian miradas de complicidad, tengo la boca seca, el estómago pegado, la mente vacía y no me atrevo a preguntar lo que no quiero escuchar pero que es obvio, pero ...porque?, como pueden?, que les pasa?.  

Algunas palabras salen expulsadas de mi boca preguntando si ese par de niños son de él y bloqueo mis oídos, no quiero saber  la respuesta, una mueca de obviedad se dibuja en la cara de ella, no necesito saber más, siento nauseas y quiero matarlos pero no puedo, no se que hago acostada en el piso y, de repente sale otra persona de la cocina con platillos y luego salen más y más personas de la cocina, es ésta una fiesta?, que festejan? que hacen?,mi mamá en el hospital y ellos festejando????...no aguanto más, no logro quitarme de la cabeza la imagen de mi papá, que no era mi papá.

Busco desesperada la puerta, la casa realmente es muy pequeña y con tanta gente se vuelve mas pequeña todavía, camino y camino, golpeo a la gente que se cruza en mi camino, los murmullos y las risas me taladran los oídos aunque, no se que duele más, si los choques con la gente, sus risas burlonas o la impotencia de ver lo que son capaces de hacer delante de mi y bajo las circunstancias de mi mamá en el hospital, mi pobre madre, por fin logro llegar a la puerta y logro recordar que hay algo que le molesta a él... azotar las puertas... Agarro la puerta y la abro hasta el tope, quiero que se caiga al azotarla, quiero molestarlo, quiero borrar esa sonrisa de su cara, aviento la puerta con todas mis fuerzas, con todo mi odio... no lo logro, la puerta se cierra en cámara lenta, la agarro y vuelvo a empujarla y pasa lo mismo, se cierra con la misma calma con la que aquella mujer reaccionó al darse cuenta de mi presencia.


Logro alcanzar la calle, solo quiero llegar a la esquina y dejar de estar en ese lugar, pero no avanzo, camino pero no avanzo, solo sigo escuchando las risas.

Tiempo

Otra vez comienzan los sonidos de la vida, llegan espantando los fantasmas de la noche y ellos se llevan mi paz, la tranquilidad que me mece en mi cama.

Cada minuto, cada segundo es una agonía estar postrada en la silla de ruedas  o las muletas sin poder valerte por ti mismo para hacer lo mínimo indispensable y te sumerges imaginando lo que podrías estar haciendo si no estuvieras atado  a algo para poder moverte,  me viene a la mente Frida Khalo y su frase de "pies, pa que los quiero si tengo alas pa volar" y muero de envidia porque no logro encontrar las mías,  porque yo si necesito mis pies para poder volar, porque no sé estar quieta, porque quiero correr, sentir el piso firme.


Gritos callados

Y mi voz no sale, estoy cansada de gritar, golpeo sin fuerza a pesar de que pongo  todo mi esfuerzo en ello, no se quita de mis pies, no puedo moverme y sin embargo estoy hincada en mi cama,  volteo a verne y estoy inmóvil, dormida, esperando ese segundo preciso para volver a gritar y aquello sigue jugando conmigo,  me presiona los pies, el pecho,  las manos,  lo siento correr de um lado a otro.

Hay un halo de luz blanca y siento su mirada, menciona mi nombre sin emitir un solo sonido,  se cruzan sus ojos y los míos,  no lo veo pero lo se y justo en ese momento se torna rojo su entorno,  es grande y fornido, es ... un hombre lo se.


Me duelen los pies, no puedo moverlos, no puedo gritar, no puedo hacer nada,no puedo despertar  otra vez...

miércoles, 6 de agosto de 2014

Baños Publicos


Las manos me sudan. Siento un escalofrió recorrer mi cuerpo. Me sube por la espalda y termina justo en mi nuca. Se siente como si fuera a tener sexo por primera vez. Esa sensación de emoción, temor de ser descubierto y querer ser descubierto. Es como una droga que baja por la garganta y se asienta en el estómago, casi puedes sentir como se va desvaneciendo mientras te mareas y empiezas a viajar. Es casi sublime.

Es como una experiencia cercana a la muerte. Es estar ahí mientras pasa. No puedes describirlo, pero tratas de hacerlo. Diablos, sí es sublime.

Saco mi celular y con miedo activo la cámara, desactivo el sonido del obturador, trato de enfocar pero es difícil, ya que quiero pasar lo más desapercibido posible. Pasa alguien y finjo que estoy jugando o mandando un mensaje. Por suerte no se fija mucho en mí y se sigue de largo. Sigo con mi plan. Presiono el botón de la cámara y obtengo la primera foto. La observo, veo sus piernas bien torneadas, como de atleta o algo por el estilo. Brazos fuertes, cuello musculoso, vientre plano. Se alcanza a ver su pene, tiene la circuncisión. Arriba esta su vello. Espeso, supongo que suave. Necesito otra foto.

Vuelvo a poner el celular en posición. Esta vez enfoco a un par de jóvenes que acaban de quitarse la toalla. Cae el agua sobre sus cuerpos y alcanzo a distinguir como su piel se pone de gallina. Un cosquilleo en mi propio miembro me estremece. Tomo la foto. Ahora toca examinarla. Espaldas anchas. Hombros de tenistas o jugadores de squash. Las nalgas más firmes que eh visto. Sueño con llevarme a los dos a mi cama. Tomo mi pene instintivamente ya que ahora tengo una erección completa. Trato de acomodármelo lo mejor que pueda. Necesito otra foto. Una última foto.

Decido ser un poco más arriesgado. Me voy acercando a las regaderas. El celular ya está fijo, listo para disparar en cuanto oprima el botón. De repente se voltea mi siguiente víctima. Por inercia aprieto el obturador. Me ruborizo, volteo rápidamente y sigo por el pasillo, aparentando que no pasó nada. Me detengo en una banca y de reojo trato de ver su reacción. Pero él ya está cerrando la llave, dispuesto a salir. Pareciera que no se dio cuenta de nada. Pongo el celular en la banca, me quito la playera, la acomodo. Toca el turno de los zapatos, después el pantalón y la trusa. Mi erección continúa pero por suerte no hay nadie más a mi alrededor. Es hora de ver la foto. Me siento y tomo el celular. La pantalla se ha apagado, así que lo desbloqueo. Casi lo dejo caer de la sorpresa. Y no, no es por su vientre marcado, ni por sus piernas duras como columnas, ni por el tamaño de su pene. Es porque me está sonriendo. Es como si supiera que le iba a tomar una foto, es como si posara para mis fantasías. Tiene esa sonrisa malévola, como si me dijera "Hey, mírame bien. Puedo ser tuyo si así lo deseas". Ni siquiera es necesario tocarme para sentir como el orgasmo corre a través de mis genitales, para posarse en el fondo de mi vientre. El semen blanco y caliente cae al suelo mojado. Trato de reponerme y al momento de dejar nuevamente el celular en la banca, lo veo. Ah estado ahí todo el tiempo, viendo mis reacciones mientras yo me deleito con su cuerpo.

Se acerca lentamente, aún desnudo, con las manos sobre las caderas. Me está modelando y yo solo atino a mirarlo embelesado. Ya esta tan cerca, casi puedo sentir su calor. Mi primera reacción es acercarme y hacerle una felación. Pero antes de que pueda abrir la boca, siento su puño sobre mi cara. Me toma del cabello y una y otra vez me golpea. No puedo hacer nada, solo puedo dejarme pegar por ese majestuoso ser. No queda nada, no hay nada que hacer, solo dejarse llevar. Tras la paliza, me deja tirado. Tardo un poco en levantarme. Los curiosos no paran de verme mientras enjuago mi cara. La sangre corre por mi cuerpo para encontrar su fin en la coladera. Termino de ducharme, me visto y salgo lo más rápido de ahí. No volteo la cabeza.

Definitivamente, ha sido sublime.




Estefana Vargas Zavala. QEPD.





Escribicionista,
Dark.

sábado, 19 de julio de 2014

ISIDRO


Isidro, el matarife del rastro municipal, era el marica más temido de la ciudad. Le gustaba tener a sus putos bien sometidos y no toleraba el que siquiera salieran a bailar o a tomar una copa. Durante mucho tiempo alrededor de el, hubo el férreo rumor de haberse cobrado a sangre fría una humillante infidelidad. Justo ahí en el matadero (al igual que a los puercos), engancho de cabeza a su ex-pareja y le rajo la garganta de un solo tajo… luego, se lo papeo sin más. Los demás jotos en el ambiente le temían mucho. Si bien no se ponía violento cuando bebía (sus casi 2 metros de altura le daban mucho aguante), al echarle el ojo a un muchacho, ya no le dejaba en paz hasta que se decidiera a pasar la noche con él. Su físico imponía mucho y no a pocos cuando se los cogía, los llegaba a sangrar del recto ¡Ahí si era muy agresivo! Luego los cacheteaba y los obligaba a mamársela repetidas veces. Alguna vez cuando fui a tratar un asunto de papeleo sobre salubridad pública ahí en el rastro, me tocó ver a Isidro en uno de sus temibles arranques. Con el uniforme blanco de los carniceros (empapado de víscera y mierda), comenzó a reñirle muy fuerte a otro joven:

- ¿Dónde andabas hijo de la chingada?

- No papi, es que…

- ¡Cállate el hocico cabrón! A mí me llegas a la pinche hora que te indico o te madreo.

- ¿Pero porque te pones así?

Acto seguido Isidro dio dos fuertes zancadas hacia el muchacho y con las dos manos lo sujeto reciamente de la mandíbula y nuca. Su víctima, aterrado, no pudo contener los gritos de súplica ante la dura presión del estrangulamiento:

- ¡Aaaaaaahy! ¡Aaaaaay nooo!

- ¡Mira puto! ¡Mírame a la cara! ¡No me salgas respondon!

Luego, lo tiro al barro cual si fuera jerga y le pateo el culo entre las lágrimas y sollozos de su amante.

- Ya me conoces pinche mayate ¡Pa´ la próxima te abro la desgraciada barriga hijo de toda puta madre! ¿Me oíste bien puñal?

El otro solo alcanzo a esbozar un apenas y audible… “Si mi amor”. Cuando tenía estos episodios, muchos de sus dominados huían a esconderse a otros estados y nunca más se les volvía a ver. Debido a ello, tornabase el matarife cada vez más posesivo, al grado de que se supo, mantuvo encerrados a algunos de sus chicos. Uno escapo, el otro… todavía lo andan buscando. Donde de verdad se broto, fue cuando le pegaron el Sidral, ahí si le agarro mucho odio a los demás. Y quien sabe cómo voló la noticia, pero se enteraron en su trabajo y que me lo corren. Volvió a agarrar chambas en algunas carnicerías pero a los dueños les informaban y no duraba mucho. Finalmente le dieron chance en una colonia jodida y de la periferia, en una expendedora de carne ilegal. Poco a poco fue decayendo y las drogas hicieron su aparición… junto con un chingo de trastornos. Le perdieron la pista como casi dos años y ya muchos le daban por muerto. Hasta que se lo encontraron chambeando en una congregación religiosa dando platicas al rebaño.

Se había metido a AA, y ya no usaba drogas. Tocaba la guitarra ahí en las misas y cantaba muy bien. Si, se veía desmejorado pero estaba sobreviviendo. Parecía que la libraba, pero llego un ministro nuevo y ahí le cambio la suerte gacho. Hubo una especie de atracción mutua, pero nunca quedo muy clara la situación. El caso fue que el chavo este se le insinuó y al otro le calo la tentación. Sintió muy fuerte el impulso y la calentada de huevos y que lo viola. Otros dicen que el putito este comenzó a chupársela a Isidro pero a la mera hora se arrepintió y al otro le valió madres ¡Mas se encabrono y se le fue con todo! Y en eso estaba vehementemente, cuando los sorprendieron gente de la congregación. Fue un escandalazo la mera verdad. Yo creo que el ganzo ese le puso un cuatro, pero bien que lo pago con el VIH que le salió después. Obviamente a Isidro lo entambaron, no me acuerdo cuantos años le dieron, pero si fueron un buen. Y allá dentro con la piedra, la mota y el chupe, se perdió mentalmente bien cabron. Las mafias de ahí dentro lo quisieron jalar como manzana envenenada pa chingar a otros cabrones, es decir, si no cooperaba algún guey con las cuotas carcelarias, lo echaban a la jaula de Isidro. Pero ya andaba muy pirado y esa faena le duro muy poco. Volvió a la religión ya muy enfermo y medio se amanso.

En una última jugarreta del destino, uno de los que fueron sus amantes, cayó ahí  y le reconoció. Se juntó con otros 2 a los cuales Isidro se los había desflorado y una noche buscaron machetearlo. Quien sabe de dónde saco fuerzas todavía Isidro, pero al hijoeputa que planeo todo, con el mismo machete le abrió el estómago de lado a lado. Ya en la zona médica, estuvo moribundo unos días más. Desvariaba en alucinaciones muy fuertes y al haber un problema eléctrico en ala, sus últimas horas se las paso rumiando en penumbras. Decía que él había sido un niño muy bueno, pero que su papa un día muy borracho abuso de él. Que tuvo un novio al cual quería mucho cuando tenía 16 años, pero este le dejo cuando su familia se enteró y la misma prohibió la relación (“¡Juanito no es puto como tú! ¡Aléjate!”). Que el cuidaba de su mamá pero la señora tenía problemas mentales y se avergonzaba de él. Que a él le hubiera gustado ser fotógrafo, para así poder conocer el mar. Y que él era ante todo un hombre de Dios… pero 10 minutos antes de morir pedía agonizante que los diablos dejaran de jalarle. Su final, fue de palabras sangrantes, al igual que la profesión de toda su vida:

- ¡Ya me quiero morir! ¡Ya me quiero morir chingada madre! ¡Malditos sean todos! ¡Se les ha de pudrir el culo!

En estertores de secos carraspeos de una garganta destrozada y unos esfínteres abiertos con un leño fecal a medio salir… Isidro expiro en la hora más oscura, justo antes de amanecer.