lunes, 10 de junio de 2013
DESMONTANDO A DICK
domingo, 29 de mayo de 2011

Yo, OJT, apóstol del Basurero Usurero por la voluntad de Tituwutti, escribo esta carta a quienes en la ciudad de Éfeso o en algún lugar del mundo creen en el arrepentimiento.
Ustedes efesios teniendo entre sus filas a tan insigne dignidad como Heráclito, aún creen en arrepentimientos. Tremendo adefesio un arrepentimiento. Ya lo dijo su filósofo efesio: “Es como si alguno, habiéndose metido en el fango, quisiera limpiarse con fango”; fangosa situación aquella ocasión, la que involucra arrepentirse.
La pregunta cae por su propio peso ¿Por qué es un adefesio, tremendo encima? Simplemente no me molestaré en responder, no tendría sentido, sería un despropósito. Ya lo intentó ese apóstol de los gentiles, San Pablo, y no lo logró. Sino de dónde sospechan que proviene el término adefesio, ad-efesio, a los efesios. Este escogido por Jesucristo escribió varias epístolas, entre ellas una dirigida a los de Éfeso, no con buenos resultados por lo visto. Aquí, hay dos posibilidades; o Pablo estaba hablando literalmente huevadas o simplemente a los efesios les entró por un oído y les salió por el orto, no el otro. Sea como fuere, no nos vamos a entender. ¿Para qué molestarse?
FRAY MATEO DE LA CRUZ
Mea culpa
sábado, 28 de mayo de 2011
¿Qué has hecho?

"When they said: repent, repent, repent, I wonder what they meant..."
Leonard Cohen, The Future
No te entiendo. He pasado noches y días tratando de entenderte y no lo logro. Y cuando creo que llego a comprenderte, regresas con algo más. No te entiendo.
Me miras ahora y desconozco los que fueran esos hermosos ojos que terminaron de completar mi enamoramiento. Ahora me retan, me insultan, me quieren herir. ¿En quién te conviertes ahora? ¿Por qué si me amas me lastimas así?
Los amaneceres que quería contemplar a tu lado, despertar y mirarte con esa paz en tu rostro, sonreír sin que me mires, dejarme esa enorme felicidad de mirarte durmiendo para mí nada más. Ese trozo de cielo que tú me dabas con tu sonrisa, con tus chistes, con tus ocurrencias, ahora se vuelve un trozo de infierno.
Sistemáticamente has ido echando por la borda la importancia que le daba a una vida juntos y eso duele. Contrasta con lo bello que es mirar tu rostro sonreír. Tu sonrisa ahora hace daño.
No me hagas pensar que jamás tuvimos un chance, que todo esto fue para nada, que no te atravesaste en mi vida para algo hermoso… mi hermoso. No me digas que todo el sufrimiento y todo lo bello que hemos tenido fueron para esto. Mi sueño y tu sueño eran uno, era nuestro, eso pensaba, ¿qué pasa ahora?
¿Quién eres? Desconozco esos ojos. No eres tú quien está hablándome ahora. Pero sé que eres tú. Yo sólo quería que fueras feliz conmigo como yo lo soy contigo. ¿Fue eso un error?
Estás sacando todo eso que guardaste durante este tiempo. No creo poder aguantar más, te has encargado de desmoronar esa magia que me quedaba. Me has dado la última estocada.
¿Tienes más? Desahógate, pero hazlo ahora, porque ya no creo aguantar una segunda ocasión, porque no te daré oportunidad de una segunda ocasión, no la soportaría.
¿Es en verdad un gran error? ¿Te has arrepentido de estar conmigo? Nunca he sabido qué mal te hice, nunca lo sabré, me parece. Nunca he querido a nadie como a ti ¿cómo es que te he lastimado para recibir esto de ti?
Creí que pasaría, porque aprendí que todo pasa. Pero no está sucediendo ahora, maldita sea, no pasa, siguen retumbando tus palabras en mi cabeza, siguen diciéndome tu enojo, tu molestia… tu arrepentimiento de estar conmigo.
Ahora desdices tus palabras, ahora tus ojos caen y titubeas. Ahora eres diferente, ahora eres tú. Pero se acabó. No hay arrepentimiento a tiempo.
Tú diles

La ultima vez que hablamos tenía tanta rabia que hasta te aventé el café que tenia en las manos, no lo lamenté, las palabras que me lanzaste tú antes dolían más que cualquier golpe. Al final dicen que así son los hermanos, hoy nos peleamos y mañana nos vamos a abrazar, pero tú y yo ya no somos niños y estoy segura que horas después seguíamos jurando cada uno por su lado que nunca nos vamos a perdonar.
Aun con todo hoy solo puedo recordar las cosas buenas, lo bonitos que tienes los ojos, tus cejas negras enmarcándolos, tu sonrisa, tus sueños solubles convertidos en música, la manera despectiva en que a veces miras a la gente por encima del hombro, tu espada laser de Darth Vader, cuando la empuñas para atacarnos y cuando es nuestro turno la guardas y nos das la espalda como si nada.
Pero no te extraño, porqué pese a todo estas aquí, nadie se ha muerto por Dios, dejen todos de verme con esa cara de angustia, dejen de llamarme para decirme que todo esta bien, diles tú, levántate ya de esa cama y desconéctate todos esos tubos, levántate y diles que se callen, que tú aún estas aquí y que no estamos arrepentidos de habernos peleado la ultima vez que estuvimos juntos.
viernes, 27 de mayo de 2011

El trabajo sucio, lo que otros por sus ataduras morales no realizaban, esa era mi especialidad, casos perros para un perro. ¿Qué si me daban lastima? Un animal no siente lastima, siente hambre y yo siempre supe donde encontrar la comida. Me empezó a buscar gente que me pagaba por comer: prestamistas no remunerados, maridos engañados, locos rencorosos, cobardes que no se podían encargar de sus propios problemas y los patrones hartos ya de tanta sangre en las manos. De estos últimos me hice subordinado. Mi primer patrón me envió a la comarca, me detalló meticulosamente el encargo de ese día, horroroso para el promedio, a mí se hizo insignificante, me sentí ofendido. “Truénale un balazo en el corazón y córtale la cabeza, así aprenderá el pendejo y su gente…” dijo, en cambio los balazos se los troné a su esposa e hijo, a él lo torturé más de seis horas, le hice laceraciones y cortes en todo el cuerpo utilizando una punta hechiza, los cortes de los parpados le dolieron en serio; le puse a un lado los cadáveres de su esposa e hijo, le acompañaron durante toda la tortura. Al final le volé la cabeza de una sola tajada, un verdugo eclesiástico me sentí. El patrón me felicitó y me dio más dinero de lo pactado. Otro patrón me hizo su escolta, esa temporada en verdad qué hice daño, me iba convirtiendo en otra cosa, otro líquido me recorría las venas, ácido, ardía por dentro y encendía todo por fuera. Me desaté, mordí, trituré y escupí no tan sólo la mano que me alimentaba, fastidié su cuerpo y de paso, mi espíritu entero. Hasta ese instante supe de su existencia, el reconocerlo implicó sentir culpa y miedo. Grave –doble- error, en un mes este jefe sería ascendido a jefe único de la célula del bajío, mi vida corría un riesgo indescriptible, la escoria del país estaba tras de mí y era encabezada por el pútrido más vil, mi ser, mi yo.
¿Dolor? ¿Qué si siento dolor?, ojalá pudiese sentirlo, saben, en ocasiones me arrepiento de no sentir nada. A veces me arrepiento que no haya un dios que me castigue. Intentando escapar día a día, no de los sicarios, no de los políticos, no de los fantasmas, no, de mí mismo. Me arrepiento de no poder jalarle al gatillo.
Mañana no es igual a ayer.
jueves, 26 de mayo de 2011
La monja.
Sucedió una noche en que el calor intenso no daba tregua, el paseo por los jardines del convento no habían cumplido el cometido de serenarla, la luna llena ejercía un raro hechizo sobre su cuerpo haciendo que lenguas de fuego la quemaran por dentro.
La monja jamás se arrepintió de haberle dado un giro a su vida, el sexo descubierto con sus manos entre sábanas blancas le habían hecho encontrar la profesión a la que había sido mandada a este mundo, elegir ser puta era lo mejor que le habría sucedido después de ser virgen por mucho tiempo.
Entre el cielo y el infierno había elegido el infierno porque ahí era como quería ser: la mejor, disfrutando los placeres carnales, probando bocas de decenas de hombres que con sonrisa satisfecha dejaban el lugar jurando volver al infierno que ella había escogido.
miércoles, 25 de mayo de 2011
Partir...(para volver)
Ni de aquí, ni de allá

La vida de Simón transcurría lenta, sin emoción, como su pueblo: Villagrán.
Con el paso de los años se le despertaron incomprensibles deseos.
Dudaba todo el tiempo: decía sí y lloraba por ello, elegía blanco pero se quedaba con ganas de negro, tomaba un par de cervezas y se arrepentía de comprarlas.
Esto se debía a su condición de imbécil.
Si bien su retraso no era excesivo, pues trabajaba como mozo en una botica, la limitada capacidad intelectual le ocasionó burlas que de tan frecuentes se hicieron costumbre.
A los veintidós años era un tipo tímido e inseguro, de mirada escurridiza y paso lento. De no ser conocido como el tonto del pueblo, su aspecto promedio habría pasado inadvertido.
Su mejor amiga, Eumelia, la única en Villagrán que lo entendía, era su conciencia y confidente. Mayor a él por cuatro años, desde chica lo defendió de burlas e injusticias. Por eso Simón le profesaba lealtad infinita. Todas las tardes, saliendo de trabajar, iba a la panadería de su amiga. Podía quedarse horas con ella, entre plática y plática, le ayudaba a acomodar los bolillos o a limpiar el mostrador.
Extraordinariamente, además de Eumelia, lo quería –pero de otra forma– Maura, a quien desde niña le apodaron “La Chíngale”, una muchacha torpe de rodillas chuecas, nariz aguileña y rostro cacarizo, su fealdad era olvidada por la alegría que contagiaba al pueblo entero.
Simón la rechazó tantas veces que es hiriente contarlas.
No es que no deseara novia, pero quería una como las que salían en las telenovelas, o como las muchachas del pueblo que los domingos adornaban la plaza.
Era tonto pero no tanto para que encima anduviera con La Chíngale, ya suficiente imbecilidad cargaba como para todavía buscarla en pareja.
Aunado a eso, estaban las dudas por su preferencia sexual, secreto que sólo Eumelia conocía.
Una tarde, La Chíngale se apareció por la panadería, mientras escogía el pan que con cuidado vaciaba a una charola, le lanzaba coquetas miradas a Simón. Ella lo hacía temblar, en realidad hasta una mosca podía conseguirlo.
A Eumelia le divertía azuzar el fuego y aprovechaba para hacerla de cupido:
-¡Qué milagro Chíngale! Justo ahora Simón preguntaba por ti -y le daba unos codazos para integrarlo a la plática.
-Ah, sí -respondía torpemente.
Los jijijís de La Chíngale surgían de inmediato:
-¡Ay Simón! -y más jijijí- ¿Cómo estás? -entonces se retorcía todita- A ver cuándo me invitas una nieve -y manoteaba alegre.
Pasaban varios minutos en que él callaba, sudaba. En cuanto su enamorada salía del local, llegaba la lluvia de reclamos por parte de Eumelia:
-A ti lo que te falta es una vieja -le aseguraba enérgica- mira que otra Chíngale no te vas encontrar.
-Es que no la quiero, ni siquiera me gusta… no se parece a las muchachas que me gustan.
-¿Muchachas? O te refieres a los travestis que miroteas en la cantina, ¡ya déjate de juegos! Eso aquí o en China es jotería -entonces se alejaba apretando sus prejuicios y se hacía la ocupada.
-No sé, no sé -murmuraba Simón, y se perdía en pensamientos que lo llevaban a ninguna parte.
Así se le iba la vida, entre dobles deseos, anhelando tanto los besos de hombres como de mujeres. A veces soñaba con ciertos varones del pueblo que se le antojaban nada más de mirarlos, o pensaba en las muchachas, que los domingos en la plaza, tanto suspiro le arrancaban. Esas ideas contrariaban su básica mentalidad, lo hacían sentir sucio.
Un día escuchó en la radio el concepto ‘bisexualidad’ y se sintió libre. Creyó que la voz del aparato era sólo para él, que el mundo por fin lo aceptaba.
Imaginó que los muchachos lo miraban como él quería, se visualizó besando al joven sacristán, y acariciando a Juanita, a la que desde niña pretendía en silencio. Se imaginó feliz.
Pero el domingo siguiente en misa, la seguridad se le borró cuando asomó el sermón que trataba del fuego eterno al que estaban condenados los ‘anormales’, como el cura les llamaba. A su mundo regresaron las habituales dudas.
Asustado de caer en el infierno, llegó a casa con la decisión de tirar las revistuchas que tantas noches febriles le otorgaron; también devolvió al cuarto de su madre, los tacones que a escondidas por las noches se ponía.
Al final, como siempre, compraba más revistas y hurtaba un nuevo par de tacones. Pasados los meses regresaría a misa para salir con el mismo temor a condenarse.
Esa historia, Eumelia la sabía de memoria.
-Para qué vivir así, mejor salte del clóset -le decía enfadada.
-¡No! -de inmediato protestaba- ya suficiente es que me llamen tonto para que encima digan que soy puto.
Ella reía, a veces meneaba la cabeza. Así se les iba la vida.
Simón seguiría haciéndose el difícil con La Chíngale, que más tarde se cansaría de mirarle; continuaría hablando largo y tendido con su única amiga, y esta, defendiéndolo eternamente de los niños villagranenses, que apenas nacían y ya sabían de su condición de imbécil.
Pasaron los años, Eumelia y Simón seguían platicando todas las tardes en la panadería, uno de esos días pasó frente a ellos una niña de caminado torpe, rodillas chuecas y nariz aguileña, era tan fea como su madre, quien la llevaba de la mano. Junto a ellas iba don Genaro, que saludó amablemente.
-¿Y ahora qué piensas? -le preguntó.
-Que esa pudo haber sido mi vida -y con tristeza, señaló a la familia que cruzaba la calle.
martes, 24 de mayo de 2011
Tenía pensado publicar otro post, pero me arrepentí.
Confieso
Chin chin el que se raje
lunes, 23 de mayo de 2011
Ensayito
