domingo, 31 de julio de 2011

Noches de ronda



Allá a lo lejos se alcanza a ver la tenue y lejana luz del faro del Puerto de Santa María de Buenaventura, quizá aún tardemos un día en llegar, claro, si Dios lo quiere y el mar está tranquilo.
Casi es media noche; la luz de las estrellas tachona el cielo de esta isla perdida en medio de la nada, el mar nos rodea por todas partes con sus profundos secretos. Las olas rompen casi con ternura en la quilla del “Quimera” acariciando los sueños de una tripulación fatigada.
El bamboleo del barco hace crujir la madera, las mortecinas lamparillas de aceite hace tiempo se apagaron y los mosquitos cenan a nuestras costillas, las  velas cuelgan de los mástiles y el viento cuando pasa por entre las mantas entona un silbido que parece fantasmal; a cualquier “mono de tierra” le hubiera aterrado, pero para nosotros es la más bella música para dormir.
Por lo demás, todo está en silencio.
Sólo yo permanezco despierto, es mi trabajo y mi placer estar trepado en el nido de mesana, desde donde puedo otear el horizonte buscando otros barcos, otras aventuras.
De pronto escucho unos pasos que lentamente se arrastran. ¡Es él!, es el Capitán Tintasangre.
-Buenas noches mi capitán –grité desde lo alto y, como siempre, se detuvo un instante y sin contestarme, siguió su camino, desde la popa, hasta la proa, en silencio.
En el rondin para de vez en vez a aspirar el tabaco de su pipa, o el aroma de la brisa marina, no lo sé… quizá simplemente se detenga a soñar con alguno de sus recuerdos, en su otra mano carga una botella de whisky y una sed eterna que intenta apagar.
Cada noche lo veo deambular por toda la cubierta, revisando los cañones, los cabos, las velas, puliendo algún mosquete olvidado.
Lentamente avanza y repliega hasta que finalmente se sienta junto al mascarón de proa, justo debajo del puente, donde  una bella sirena de grandes pechos tallada y pintada a mano adorna el frente de este viejo galeón. Siempre se quita el sombrero, se sienta a su lado y queda horas ahí platicando con ella. Posiblemente sea la única amistad que le queda.
Todas las malditas noches en vela, sin pegar el ojo;  se queda ahí confesando sus pecados
-Deben ser muchos –pienso.
Al rayar el alba, el Capitán se levanta torpemente y se despide, lentamente regresa hacia su cabina, tambalea y da tumbos etílicos agarrándose de las barandas.
Veo su mirada perdiéndose en el infinito azul turquesa, mientras los primeros rayos de sol acarician su cara, entonces sin decir nada, comienza a esfumarse.






Como se esfuman todos los fantasmas.

8 comentarios:

Unknown dijo...

Los fantasmas no pueden dormir; esa es su condena.
Gracias por regalarnos otro capítulo de la historia del valiente Capitán.

Ros dijo...

Wow, qué final...y qué bellas descripciones, muy bien estructuradita su idea, la verdad este texto lo disfruté bastante, me parece excelente.

la MaLquEridA dijo...

El Capitan TintaSangre en modo fantasma me hizo recordar a Los Piratas del Caribe.


Un abrazo.

NTQVCA dijo...

Me agrada que tomes los temas como una continuación de esa historia llamada "Capitan Tintasangre"

Aline Suárez del Real dijo...

bieeeeeen. Un texto excelente,se agradece una historia mas del capitan y pfff qué bonito final.

. dijo...

ok!!!!!!!!!!!........ la verdad... el final me dio escalofrios.... pero de los agradables!!!

Pinchesendic dijo...

Muy buena la historia, pausada, con ritmo alegre y un final que no lo ves venir.
tallereando:
en esta línea - que a mi me parece muy buena-

"en su otra mano carga una botella de whisky y una sed eterna que intenta apagar".

la modificamos tantito -segun yo para que tenga más fuerza, pero igual y estoy pendejo-

"en su otra mano carga una botella de whisky y una sed eterna que inútilmente siempre intenta apagar"

Anónimo dijo...

Siempre tiene un perfil interesante la figura del capitán tintasangre y las adaptaciones le han beneficiado, ésta en particular me gustó mucho.
Docta Gonza