sábado, 3 de septiembre de 2011

María


La revelación

.- Échale una pequeña meada al vino, sin que se dé cuenta, y tu hombre nunca más te será infiel…
La frase la escuché de casualidad (aunque ya no sé si eso existe) de la mismísima boca de mi María –mi amada María-, a otra mujer en el pasillo de nuestra casa.
Oír a la amada de uno tamaña receta, produjo en mí tres certezas:
1.-  Yo nunca había engañado –y ni se me había ocurrido hacerlo- a María.
2.- Jamás volvería a tomar una copa de vino en mi propia casa.
3.- María –mi amada María-, era una perra.

La memoria

Esa larga noche me trajo ciertos recuerdos, de esos que parecen guardados en un sueño dentro de otro sueño.
María diciendo:
“Para que ese vecino deje de molestar, quema en su portón (a las tres de la madrugada) un ramito de laurel atado con unos pocos pelos de perro ovejero”. (A mi hermana).
“Si tu suegra se entromete, metiche ella, nada más cósele un calcetín de invierno (con hilo rojo) y lo guardas en el sótano de tu casa”. (A su amiga Magdalena).
“Para que te aprueben en la entrevista del trabajo, debes encender tres velas sobre la planilla de inscripción (y dejarlas consumir), durante tres días. (A su sobrina Carmen).
“Si sospechas que tu novio quiere dejarte, y siempre que tú no quieras que te deje, recoge los pelillos de de su afeitadora y los dejas secar al sol (sobre un espejo)… luego los tiras al mar. (A su primo Jonás, gay de la familia).
“¿Herpes vaginal o sarnilla?, da igual: mezcla leche de cabra (búscala, cosa tuya) con germen de nuez moscada… ¡que no te la comas, mujer! ¡te la friegas en la panocha!... ¡y cambia de hombre o lo que sea que te metas, que ahí tienes el problema!”. (A nuestra vecina Manuela).
Y así…

La evidencia

Desde la mañana siguiente a la frase escuchada, que pensé había pasado inadvertida, supe que María sabía que yo sabía.
Aún sintiéndome espiado, descubrí cosas en mi hogar que antes me habían pasado inadvertidas, en su lugar de la casa:  la cocina como un gabinete de laboratorio.
Frascos con cerezas en almíbar, estuches con mariposas y orugas; recipientes con polvo de ladrillo, lociones de dudosa consistencia, distintos tipos de arenillas (supuse de mar, de arroyo, de río), cuatro cartas de tarot (La Torre, El Mundo, La Muerte, La Luna), catálogos con mechones de pelos de incierta procedencia, velas e inciensos de colores diferentes, un sinnúmero de muñequitos de paja (del tamaño de un dedo pulgar), moldes de yeso simulando máscaras, golosinas, falos, serpientes y muñecas “Betty Boop” (¿?). 
Las trenzas de ajo, las varias escobas, los singulares sombreros negros, la inmensa cantidad de fotografías y un juego de largos alfileres perfectamente reposados en un  retazo de terciopelo rojo, no alcanzaron a espantarme lo suficiente.
En el recodo oculto de la alta ventana, desapercibido como un nido abandonado, había un muñequito de paja: los ojos abiertos tenían, al modo que yo tengo, un abultado bigote negro.  Acordonado al pie izquierdo, una suerte de correa sostenía al simulacro atado al marco de la ventana.
El espejo de la cocina no me devolvió la imagen: mostró un hombre con cara de pajonal, con una línea de grafito en lugar de boca, y unos bigotones que se habían vuelto blancos por el susto.

La huida

Sin apropiarme de ropa o pertenencia alguna, sin despedirme de María –mi amada María- vagué por las calles buscando una pensión. Un gato desconocido me seguía a pocos metros; una urticaria o comezón de manchas rosadas me fue ganando la cara y el culo (no sabía qué rascarme, ni cómo);  de una obra en construcción un escombro cayó pocos pasos por delante.
Los transeúntes se apartaban como si llevara una peste; los perros gemían y se corrían de mi rumbo, mi tarjeta de crédito se desmagnetizó; un borracho me escupió, sonriendo.
En un revoltijo del centro la policía me tomó por ladrón (el verdadero ladrón corrió hacia otro lado) y me pegó una zurra constante.  Luego se disculparon. 
Uno de mis zapatos se descosió, una mujer (jamás supe porqué) me dio una bofetada.  En el baño de una gasolinera quedé encerrado, mientras el retrete descompuesto dejó fluir su contenido con ímpetu sobrenatural.
Una bandada de palomas hizo llover sobre mí blancas y verdes cagadas; mi pierna izquierda me pesaba de tal modo que caminé cojo hasta la noche:  luego supe que había dado vueltas en redondo.
Decidí regresar del infierno, a mi casa.  Con gato y todo.

La aceptación

María –mi amada, ni dulce María- se encontraba en la cocina.  Supe que entre el aroma de la cena no podría sino haber vapores azules, o celestes, un cuerpo caliente, unos brazos amorosos y sonrisas.
¿Debo agregar que la amo y que no puedo vivir sin ella?
Por la ventana, increíblemente, se veía la luna y no había señales de un muñeco con bigote.  Sin darse vuelta, sin mirarme, María –mi ángel María y mi amor eterno María- susurró:
.- Me parece que necesitas un baño, querido, antes de la cena.
Me acerqué y le besé el cabello, en la nuca. El olor de María ya mitigaba los desencuentros y mis delirios.  Me di vuelta para dirigirme al baño.
.- Pero antes, amor –me dijo María- dale de comer al gato.
El gato me miraba fijamente: sus ojos amarillos comenzaron a gustarme.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Me atrapó. Este es de los cuentos que me gusta leer una y otra vez, la verdad disfruté sobremanera su estilo. Me parece una construcción perfecta de palabras.

Un gusto leerle, gracias y saludos.

/ROS/

Unknown dijo...

Sí, muy bueno.
Esas recomendaciones, absurdas y algunas muy asquerosas, pero que de alguna manera mucha gente termina por asegurar que son efectivas.

Anónimo dijo...

Y más de uno le hará caso a la amada María,y ese hombre ya estaba ciego, nomás basto un empujoncito de la bruja que se cargaba.
Muy bueno Cronicas, que bien leerte por aquí.
NTQVCA

María Beatriz dijo...

Muy bueno!
Como dice el refrán:
"Yo no creo en brujas, pero que las hay, las hay!"

Besos

Pinchesendic dijo...

Aunque ví que estaba muy largo, una vez entrado en la literatura. las letras se van como cerveza en la playa con 40 grados bajo el sol. aunque debo ser sincero que si veo en mi casa reciepientes con polvo y mechones de colores y moldes de yeso fálicos no creo que pasen desapercibidas. Jajaja. Muy buena la historia y bienvenido a este congalito nuestro gracias a Ros y al Dark.

la MaLquEridA dijo...

Muy bien Dan, desde el principio supe que elaborarías un buen cuento, me ha gustado porque he descubierto una nueva faceta tuya.

Gracias por aceptar colaborar.

Un abrazo.

Ten cuidado y observa todo a tu al rededor je no vaya a ser que pase lo que en Caborca.

Alejandro Aguilar dijo...

A chinga, segun yo comente!! Que decir, esas mujeres son finas...





Dark Angel

. dijo...

ok!!!... ay q mello todo eso...

y lo peor esq ahhh como hay gente q busca esos milagritos...

y como dicen,,, si ya la tienes adentro, nomas gozala ejejeje

muy chhingón mister...

Dr. Gonzo dijo...

Qué buen texto, te da chance de un par de lecturas y no cansa. Es fluido y el tema se trata a la profundidad que los personajes exigen. Chido.

Albert Tortajada dijo...

:))

D. dijo...

Ey, gracias por los buenos comentarios, son muy generosos.
No quisiera responder a ninguno en particular, pero sí agradecer:
El cuento de ficción tuvo una ayuda extra, en varias palabras que no sabía si estaban bien empleadas.

Sobre la palabra "panocha" (vagina, y por acá, a veces, "pochola") la leí en un post de Mactans que fue aclarado por él mismo y por Fer Manda.

Cuando los leo y tengo dudas, el mismo Mactans, Pherro o LaMalque son mi soporte Mexicano para entenderlas.

Gracias a todos los Escribicionistas, me gustaría conocerlos como a mucha gente de su país: estoy seguro que nos divertiríamos mucho.

A vos, Albert, si es que puedo, espero conocerte el año entrante, personalmente.

México sería el otro destino, si las brujas quieren.

Nuevamente muchas gracias y saludos cordiales.
Daniel.

todavia dijo...

Es un cuentazo!!