domingo, 1 de abril de 2012

26/03/2012



Deambulo entre los pasillos de aquel hospital, sólo algunos gemidos de dolor de vez en vez rompen el silencio.  Doblo a la derecha, luego a la izquierda, puertas y puertas salen a mi encuentro, aprieto el paso hasta quedar frente a la puerta del 113.

Miro a todos lados, buscando respuestas pero no las hay. Toco repetidamente pero nadie contesta, una eternidad se sucede frente a mis ojos en forma de imágenes en blanco y negro.

El color se ha ido.

Sé que atrás de la puerta estas tú y yo me siento tan pequeño que no puedo ni empujar la hoja de madera que nos separa. 
Finalmente logro armarme de valor e invoco tu nombre, al descubrirte recostada frente a mí, fría como el viento de invierno de mi infancia.

Me transformo en el indefenso niño que muerto de miedo entraba a tu cuarto en la madrugada y se acurrucaba a tu lado.  Sólo que esta vez no hubo un abrazo de tu parte.

Mis lágrimas calcificadas por el desuso,  volvieron a correr por mis mejillas mientras aceptaba sin otra opción la despedida.

“Hasta siempre Madre, confió en que todo lo que me enseñaste es verdad y estas cuidándome desde el cielo.”

4 comentarios:

Dr. Gonzo dijo...

No me la tomes a mal Cap, pero si por usar la palabra "confió" en tu texto justifica el tema, no lo lograste. Igual y pudiste haber hecho el escrito (que me parece evidentemente vivencial)libremente y sin compromiso con el tema, que a estas alturas y viendo la escasa participación de los compañeros, pues resulta en ganancia.

Julieta dijo...

Texto ligerito y aunque inferí el final me gustó, buena la frase "mis lágrimas calificadas por el desuso" ;)...saludos¡¡¡

la MaLquEridA dijo...

No dejes de confiar Capi, menos en las enseñanzas de una madre.

Saludos.

KanderelA dijo...

Me hizo recordar ciertas cosas.....