martes, 10 de julio de 2012

El refugio final





El gran inconveniente de los finales es que la mayor parte de ellos son pasados desmoronados, otros tantos se convierten en nostalgia, en anhelo. Son tan dolorosos los finales dicen muchos. Su lado amable, igual presente, es ser causa permanente en el individuo, en los hechos del hombre -no los del cosmos- hay un final en cualquier parte, cuestión de crearle o de encontrarle.
Mencionaré algunos finales insertos en la cotidianidad, de esos en los que nos escurrimos, en los que delicadamente nos vamos cerrando, el nacer de empezar:
El final de un día, es enteramente uno de esos finales que nos dejan prendidos a su influencia y experiencia, tan quisiéramos se extendiera o muriera de una buena vez. Borrarlo, rogarían otros  ante un hecho que tuvo un final catastrófico en sus vidas: un gris instante.
Los finales de un viaje. Llega a tu destino, terminar una visita; el gran horror de volver, depositarse una vez más. Llegar por fin, tal vez morir, sin la garantía de ser un fin, un final. La muerte y la locura no necesariamente deben ser finales, y menos refugios.
El final incierto, en lo que no sabemos si acabó o inició. Esas muchas cosas que parecen estar vivas respirando de incógnitas. Aclaremos que en algunos momentos son un “mal necesario”, dado que son creadoras de expectativas, de imaginantes de desenlaces, de finales.
El final de una partida.  El peor de los sentires en ella se halla cuando el juego ha parecido volverse eterno, aún tan divertido (pervertido) o doloroso sea de contenido. Al final se topa uno con la ausencia de la emoción, de la estrategia, de la inteligencia.
La ruptura de un amor. Otro de esos finales que pueden perpetuarse, llevarte a otros finales. Un mismo fin pero en realidades distintas. Y al final todo parece si terminar.
El final de una película. Dando por hecho que es una película de las muchas interiorizadas; tierra fértil de utopías y distopías de incontables inconscientes. Te aferras a tu butaca, pidiendo que siga, que se escriba sobre tu posible fin, en donde mueres trágicamente pero mitificado o en la crueldad psicótica del existir, en el paraíso –el de tus sueños- , en el ideal deformado. El final prometido.
El fin de los tiempos. Final negado conscientemente, deseado inconscientemente. Final estandarizado en el diario vivir (calendarizaciones, los cumpleaños, las fechas, las efemérides, los tiempos,  las celebraciones, en los ritos). Pero ninguno purifica como el fin de fines, la aniquilación de lo que existe. Considerar que éste siempre es simbólico, esto no le resta  poder solidificarse, eso sí, en formas no correspondientes a lo planeado. La premonición, la profecía plasman, el hombre legitima. Un cierre –periódico- escrito en sangre, la que al final permite empezar otra vez, entre ruinas.


1 comentario:

Dr. Gonzo dijo...

Me gustó mucho tu escrito y puedo compartir casi con miedo esta parte: Los finales de un viaje. Llega a tu destino, terminar una visita; el gran horror de volver, depositarse una vez más.

Es escalofriante que esas líneas cubran una de mis obsesiones más terribles con respecto a los viajes y el inevitable sentimiento de que es una etapa más terminada.Puta, que es mindblowing carajo.