jueves, 3 de julio de 2014

A tropezones

Aristóteles pensaba que la inteligencia estaba en el corazón, pero fue Herófilo de Calcedonia, el bque le atinó, era él un médico medio cochinón que disectaba cuerpos de manera pública y fue el que la situó – a la inteligencia - en el cerebro. Y eso es lo único que debían saber, finalmente, para lo que nos importa actualmente. Tienes a toda esta gente, que anda por la vida caminando y/o sentada en una computadora en su lugar de trabajo, viendo al limbo (en ambas modalidades de caminata o sentada), desechando toda esa probable capacidad intelectual en el chisme, porque si se levantan de checar sus redes sociales, lo más probable es que terminen hablando de otras personas y riendo indiscretamente en bolita. Es un caso muy específico ¿verdad? Pero tan real, tan cotidiano… ah chingá, que el tema de lo cotidiano ya pasó. Pero es que de verdad, esta burocracia democrática en la que vivimos hace mal, de veras que sí. Uno ya no sabe a dónde mirar, porque se encuentra lleno de estas cosas que caminan y hablan. Gente les llaman. Bueno, por todos lados están y estultos están también. Digo y para ser honesto, mirar al espejo también es un buen ejemplo de esto. Están por todos lados, a tropezones, titubeantes ante la poca expectativa… casi creo esa babosada de que “sólo usamos el 5% de nuestro cerebro” que gustan de decir los merolicos pseudo científicos, de no ser porque ellos son una muestra muy cercana de ello. En fin, que dudas, realmente te pones a pensar y eso está cabrón. Estaba yo en esas reflexiones, tamborileando mis dedos cuando se me acercó una compañera (sí, yo también ya comencé a decirles así, me invade la estulticia ¿¡ven!? Yo tan inteligente) iniciando algo más o menos así: - Oiga compañero, es que me dicen que es usted psicólogo - … - Es que fíjese… ay, la verdad para que yo diga esto es que ya tengo que estar muy mal, pero la verdad es que tengo esto que le dicen mal de amores - …… - Y bueno, es que fíjese que yo creo que como le dicen, hay que desahogarse ¿no? Y pues o sea, usted deberá entender, no sólo por psicólogo, o sea, usted es un hombre ¿verdad? - ¿Qué me delató, compañera? - Ay y pues, creo que necesito terapia porque no dejo de pensar en todo esto y ya llevo como seis meses así o más, pero es que yo creo que no tengo nada fijo, o sea me cuesta relacionarme con el sexo opuesto, la verdad es que siempre salgo toda fregada, si no es engañada, es desengañada y hasta endeudada, pero es que una sólo quiere complacer al hombre con el que está. Eso es normal ¿no? O sea hasta el asunto de complacer, de querer ser buena mujer, porque una que no tuvo nada en la vida, quiere compartir lo poco que tiene ahora. ¿Usted cómo ve compañero? - Me quedé en lo de la terapia compañera. ¿Va a usted a creer que me distraje? ¿Me lo podría decir con más calma? Creo que comienzo a ver un patrón aquí, cada que usted suspira. - Ay no, ni me diga de patrones, ya con el de aquí es suficiente, ya le llegó el arguende de que rompí con Ramiro y ahora me manda cartitas en postis y desde su oficina asoma la cabeza y me sonríe y yo es que me pongo muy nerviosa y no sé por qué, o sea una tiene su pegue, pero no tiene que ver con cómo me visto… - Claro que no – afirmé mirando su escote - No, no, es que es la forma de ser, la personalidad, me decía mi mamá que yo destilaba inteligencia, que era muy viva de niña. ¿Usted conoce a los niños estos índigo compañero? - ¿Son españoles? - No, no, que son súper sensibles y tienen muchas ideas e inteligencia, pero nunca la pueden expresar porque están limitados por la vida o sea las circunstancias… yo así me siento a veces, las circunstancias no dejan salir mis capacidades, mis cualidades, o sea es como si estuviera atrapada en una jaula, mi cerebro en una jaula ¿me entiende? - Sí, una jaulita compañera. - Sí y yo tengo todo esto que no me deja, sentimientos cruzados, mi corazón está peleado con la razón… siento como si estas lágrimas que derramé no hubieran servido de nada, sólo quería amar y ser amada y… y… - Ay compañera ya se le olvidó la línea de la telenovela ¿verdad? Vea la repetición, la pasan por internet - ¿Cómo dice compañero? Ay, es que de veras estoy en otro mundo, esta desesperación ¿a poco usted no ha pasado por esto? ¿A poco su corazón no ha llorado y llorado durante días, semanas o meses? - Mi corazón bombea sangre y diría que… - Es que por eso, yo siento que lloro sangre y no me quito esta pena. La razón no me da… - Eso está claro - … para sobreponerme a esto. ¿Cómo callo al corazón y le abro la puerta a la mente compañero? Y hasta aquí pude. Es que ustedes tienen que entender algo, tanta discusión acerca del corazón (que parecía que se le iba a salir a mi compañera) y la razón (que a ninguno de los dos se nos daba en esos momentos) me dejó mareado y mejor me levanté. Claro, me disculpé con ella caballerosamente, uno nunca sabe cuándo ella pueda ser un reconfortable escote digo hombro para llorar y además se debe a sus semejantes que para eso estudió uno una carrera y todo eso. Y me salí pues a tamborilear mis dedos a otro lado a contemplar la tarde pasar dando tropezones. Finalmente así me sentía yo también, que no me daba el cacahuate para nada, todo torpe de mal pensar, me deslicé con la tarde que buscaba titubeante bajar el sol, ya eran casi las ocho. Noche, ya apúrale, ya es tarde.

1 comentario:

ESCRIBICIONISTAS dijo...

¡Eres un perro!

Me pareció ver un dedazillo por ahí, pero qué, disfrutable el texto, buen tema, me atrapó y me pude leer ahí, en alguna línea (desgraciadamente no con la sabrosa niña índigo), me encanta leerte así, cuando te intenseas bien cabrón, ;)

P.d. Para la otra mínimo subes una foto del escote, digo.

(Yo)