Escribicionistas

Hablando de

/No debe tardar, lo suyo es la puntualidad/

Es quien dibuja helicoides en las puestas de sol. A él le gusta arrojar puños de nostalgia a todas las copas de vino. Cuiden la suya. O pidan doble ración.
De él son los escritos que habitan mi librero, son hojas sin pasta, no la necesitan. Siempre he pensado que los libros de ediciones caras con pastas especiales o bien diseñaditas son las peores obras, no sé, seguro es porque disfruto lo simple, como meterme a una tienda de segunda y volverme loca con el aroma a viejo, o como leer a un amigo que a través de la pantalla se comparte.

/¿Alguien quiere más café?/

Él no es un poeta, dice que no sabe lo que hace, yo creo que hace poesía. Lo conocí hace varios años, primero fueron sus letras, luego más letras. Cuando abro el telón pareciera que sus palabras en juego cobran vida. Puedo verlas danzar.

/No, jajajá, no uso drogas/

Me sucede algo curioso: en cuanto conozco personalmente a quien escribe, al que admiro de lejitos, me vuelvo en automático una fan. No es que no sea fan de otros que no conozco, pero es como si fuera con un libro a tomar un par de cervezas, y bueno, ahí está el chiste.

/Puede que se haya perdido, con eso de que viene de tan lejos/

Él es quien usa diferentes máscaras para el carnaval, una para reír, otra para bailar, una más para maldecir. Me gusta la que usa cuando escribe. La locura y la cordura no se dan juntas. Él no es la excepción, por eso no deja que le quiten sus máscaras al mismo tiempo. Nadie debería dejarse. Por eso hoy, yo sólo les muestro una, la de escribiente. Con los días, él mostrará las demás.

/¿Ustedes usan máscara?/

Es de esos que cuando pasas por su lado dan ganas de regresarse, de espiarle, de leerlo un buen rato para ver qué hace.
Aunque yo no sé mucho de poesía, ni logro entenderla, disfruto sus escritos impregnados de locura y melancolía.
Hace algunos años, un maestro me decía, “no la entiendas, no la expliques, sólo disfrútala”.
Me apropié esa frase, desde entonces, cuando me topo algo de poesía, programo mi mood cómodo, cínico, y, en la oficina, cuando me manda un escrito o actualiza su blog o sube una nota a Facebook, me tomo un café, pongo musiquita (casi siempre la que me envía), salgo a tomar aire, me distraigo en una conversación ajena, o ando papando moscas, en fin, todo ese tipo de cosas riquitas que hacen agradable una lectura.
No encuentro otra manera de presentarlo: él es mi amigo, Fototropismo, al que le gusta arrojar puños de nostalgia en todas las copas de vino. Hoy pidan doble ración.

( toc, toc, toc )

Seguramente es él.