En sentido lato la gente cambia, pero si nos ponemos más estrictos uno muere tal cual nace. Nuestra personalidad, carácter, actitud, nuestra esencia es inmutable; podrá radicalizarse o moderarse pero jamás dar vuelta de 180 grados, a menos, y subrayo menos, que se tenga una epifanía o algún tipo de renacimiento. En fin, nuestro entorno nos marca, nos deja huella, nos influencia. Películas forman parte de este entorno marcador, unas influenciando más que otras.
En ese caso, mi mayor influencia radica en alguien muy conocido por todos ustedes camaradas escribicionistas. Que tire una piedra, aquel que no haya visto o escuchado o simple y llanamente admirado la majestuosa y apoteósica obra de Chuck Jones. No se asusten si no conocen ese nombre, su trabajo lo tenemos bien metido en nuestra psique.
Más de tres centenares de películas lo avalan, al menos una habrás tenido que ver, mínimo. Tampoco eran largometrajes, con seis minutitos le bastaba. Por mencionar algunas: Ese romance matemático entre la línea y el punto, donde la línea demuestra que es mucho más de lo que se espera de ella, ser una simple recta. O la historia de ese oso que al salir de hibernación encontró fábrica inmensa, nadie lo creía oso, le decían que era un hombre tonto que necesita una afeitada y usa un abrigo de pieles. Sino recuerden esa película tan tierna sobre el feroz bulldog que se encariña con un lindo gatito, las expresiones faciales de ese perro no tienen precio. ¡Oh, la rana cantante! Que cosa más simpática, te encuentras una rana que canta pero sólo para ti.
Si a estas alturas aún no comparten mi emoción, les recuerdo sus más pop: El zorrillo francés o apestoso que enamoraba a cualquier cosa remotamente parecida a una fémina de su especie, o ese coyote cuya confianza insana en los productos ACME nunca lo llevaban al éxito; personajes perseverantes el seductor Pepe y el que no dejaba de perseguir al correcaminos, jamás se rendían pero tampoco triunfaban. Cómo olvidar nuestras primeras lecciones de música de cámara, aquella hilarante imagen del conejo de Sevilla masajeando la calva de Elmer; o las quince horas del Anillo de los Nibelungos comprimidas en unos cuantos minutos, única vez que Bugs Bunny muere. Y para el cierre, una película revolucionaria; Daffy Duck siendo atormentado por su dibujante, hace del personaje un ser autoconsciente al interactuar con su creador, una obra de arte.
Éramos niños cuando las vimos, sin darnos cuenta mientras nos entretenía, también nos educaba. Y como buenos infantes no supimos apreciar aquello que nos causaba tanto gusto. Sus secuencias cinematográficas impecables, dibujando tomas demasiado artísticas para un público poco perspicaz en la materia. Fácilmente sus fondos podrían colgarse como cuadros, en especial los del desierto donde Wile E. Coyote cazaba con más pena que gloria. Mocosos en ese entonces, ahora somos grandes y ya podemos apreciar a un grande.
En ese caso, mi mayor influencia radica en alguien muy conocido por todos ustedes camaradas escribicionistas. Que tire una piedra, aquel que no haya visto o escuchado o simple y llanamente admirado la majestuosa y apoteósica obra de Chuck Jones. No se asusten si no conocen ese nombre, su trabajo lo tenemos bien metido en nuestra psique.
Más de tres centenares de películas lo avalan, al menos una habrás tenido que ver, mínimo. Tampoco eran largometrajes, con seis minutitos le bastaba. Por mencionar algunas: Ese romance matemático entre la línea y el punto, donde la línea demuestra que es mucho más de lo que se espera de ella, ser una simple recta. O la historia de ese oso que al salir de hibernación encontró fábrica inmensa, nadie lo creía oso, le decían que era un hombre tonto que necesita una afeitada y usa un abrigo de pieles. Sino recuerden esa película tan tierna sobre el feroz bulldog que se encariña con un lindo gatito, las expresiones faciales de ese perro no tienen precio. ¡Oh, la rana cantante! Que cosa más simpática, te encuentras una rana que canta pero sólo para ti.
Si a estas alturas aún no comparten mi emoción, les recuerdo sus más pop: El zorrillo francés o apestoso que enamoraba a cualquier cosa remotamente parecida a una fémina de su especie, o ese coyote cuya confianza insana en los productos ACME nunca lo llevaban al éxito; personajes perseverantes el seductor Pepe y el que no dejaba de perseguir al correcaminos, jamás se rendían pero tampoco triunfaban. Cómo olvidar nuestras primeras lecciones de música de cámara, aquella hilarante imagen del conejo de Sevilla masajeando la calva de Elmer; o las quince horas del Anillo de los Nibelungos comprimidas en unos cuantos minutos, única vez que Bugs Bunny muere. Y para el cierre, una película revolucionaria; Daffy Duck siendo atormentado por su dibujante, hace del personaje un ser autoconsciente al interactuar con su creador, una obra de arte.
Éramos niños cuando las vimos, sin darnos cuenta mientras nos entretenía, también nos educaba. Y como buenos infantes no supimos apreciar aquello que nos causaba tanto gusto. Sus secuencias cinematográficas impecables, dibujando tomas demasiado artísticas para un público poco perspicaz en la materia. Fácilmente sus fondos podrían colgarse como cuadros, en especial los del desierto donde Wile E. Coyote cazaba con más pena que gloria. Mocosos en ese entonces, ahora somos grandes y ya podemos apreciar a un grande.
8 comentarios:
Caricaturas...
Es muy facil verlas con ojos de niño y dejarse llevar por la inocencia.
pero verlas con ojos de adulto, desenmarañar y apreciar el arte es mas compicado.
con tu texto pasa algo similar.
si lo ves con ojos de lector es muy suave y ligero, lleno de referencias y nostalgia.
si eres mas critico te daras cuenta del trabajo que hay en el.
varias horas te ha de haber costado el simple hecho de agregar los enlazes, cortar las palabras, organizar tus ideas y finalmente entregar este texto. que como buena caricatura no refleja en primera instancia ese trabajo.
tallereando.
creo que yo...le quitaria el ultimo parrafo y dejaría solo el renglon final.
Me gusto
Coincido con el capitán, una buena caricatura, sin reflejar el trabajo detrás de.
Tu estilo es limpio y me gusta. Rematas muy bien.
Las caricaturas manejan los absurdos hasta la exageración, excitan la imaginación de quien las ve, maxime si es un niño al que de por si todo le parece un fantástico misterio, aunque no lo manifieste así.
Me gustó ir descubriendo de lo que hablabas mientras leía y si, de alguna manera educaron mis pensamientos, quizás en el aspecto de creer que todo es posible.
Cuando somos niños nos seducen colores, personajes o enscenarios que en su momento quizá no digan mucho pues solo pareciera que nos divierten. La realidad es muy diferente, los creadores hacen una chamba realmente intensa pues a través de sus caricaturas van "moldeando" ciertos comportamientos o explotando estereotipos. Ultimamente, me he sentado con mi sobrina mientras ve caricaturas y ciertamente los ojos de adulto te muestran otras cosas aunque de pronto se me olvida y regreso a la infancia para divertirme aunque ahora sea Bob Esponja o Phineas y Ferb jajaja
Buen post!!! Fluido y en resumen me gustó!!
Buena vibra!!!
Crecí con caricaturas un tanto inocentes como Porky que me hacen recordar cuando teníamos que pagarle a mi tío para que nos dejara verlas porque no teníamos televisión.
Excelente texto, pero además, excelente tema y muy buena reflexión.
Me gustó tu texto. Continuamente veo esas caricaturas, me dan más risa de adulto que de niño. De niño me impresionaba cómo la música iba totalmente sincronizada con las acciones de los monos, creo que por eso ni me caían en gracia. Buen tema.
Algo tienen esas caricaturas que me provocan una ansiedd terrible, será por predecibles las historias, la música creo que era lo que más disfrutaba.
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