domingo, 24 de julio de 2011

Cecilia:


Ay Cecilia, ayer me enteré que te fuiste de la ciudad, fue por él, al final te convenció ¿Que quién me lo dijo? Es lo de menos, lo veía venir, lo sentía de ti… Híjole, te acuerdas cuando llegaste a la escuela y todos te hacían el feo porque venías de un colegio privado; yo te defendí mil y un veces. Tu carita me selló desde ese primer día que entraste al salón. El lugar por donde pasabas me vi caminar. Me definiste. Tus ojos me incineraron algún residuo de gusto por los hombres, no hubo belleza más que la de una mujer, la única mujer, mi única niña. Esa fuiste Cecilia. No te preocupes, esto no es una carta suicida, no cometeré una locura; como aquel día que me emborraché en tu casa ¿Recuerdas? Casi me vacío la botella de ron de tus papás. Lo peor de ese día no fue eso, sino cuando tu mamá nos encontró en el closet dándonos nuestro primer beso. Sencillamente inolvidable. No me hablaste en un mes. Y no puse otro paso en tu casa hasta la navidad del 92. Tu madre no se lo dijo jamás a tu padre, así que fue un secreto entre mujeres. Tu mamá permitió nuestra amistad, muy en el fondo y a regaña dientas sabía que te amaba, que nadie como yo para cuidar a su hija. Cecilia cómo te extraño, adoración.
Las vacaciones de Valle ¿Te acuerdas? Te escribí un “poema”, andaba en esos rollos góticos muy tronados. Mientras el resto la pasaba en la fogata yo me quedé en una esquina, viendo el reflejo de las brasas en tu cara, sentía que si el fuego te alcanzaba no te quemaría. Esa misma noche quería quemar tu piel, entendí no sólo mi amor por ti, entendí mi insaciable deseo en ti.  Nunca te pregunté si le llegaste a leer, la dejé entre tu slipping. Si no lo hiciste, ahora sabes más o menos su contenido. Hice cientos de cartas, muchas las recibiste otras tantas no te las di, ahora que las vuelvo a ver  me horroriza que las pudieras haber leído; algunas son muy cursis, provocativas, y otras, devastadoras. No me hagas caso, sabes que siempre estuve loca.
Cuando entramos a la universidad algo cambió en ti. La gente no  influía más en tus decisiones, no te utilizaba, hiciste tu propia conciencia. Fue mi momento, anhelado. Traería también pesares.  Esas amistades tuyas, tan raras, ante las cuales me “destapaste”. ¿Sabes? ese día fue muy cruel, tu nueva seguridad, la adoración de esa gente y la intoxicación te hizo decirle a todos, no se me olvidará “Esta es mi mejor amiga, que digo amiga, es amor. Es una machorra, sí, y si alguien dice algo le rompo la madre…” Siempre fue evidente mi lesbianismo, las facciones toscas de mi cara y mi espalda de cargador no ayudaban. Sabías que al menos hasta ese momento  nadie conocía mis preferencias – y como para qué-, ni tú, al menos abiertamente. Y lo hiciste, deliberadamente, no en la condición de darme apoyo, protección, no, sólo fue tu ego; el que fuéramos testigos de tu libertad mental “Tengo una amiga lesbiana, la quiero y qué, soy pluralista”, ja, lo mejor fue interpretarlo, así. Como tu madre, muy en el fondo reconocías que nadie te amaría como yo, espero continúe de esa forma. Y mira que lo demostraste ese día. Más intoxicados aún, tus amigos te retaron a que me besaras enfrente de ellos, lo hiciste, me cristalicé. Poco a poco me dejé llevar,  los ojos abiertos de asombro al sentir tu boca delgada y húmeda, tu delicada lengua empujando, cerré lentamente los ojos. Floté. Luego en el frenesí te pidieron que me desvistieras; lo hiciste. Comenzaste a succionarme los pezones delicadamente, ni rastros de vergüenza, pena alguna. Era tuya. Despertamos al otro día juntas en uno de los cuartos de las cabañas, fue nuestra primera de muchas noches. Ese día te despertaste tan fría, mientras te cambiabas no dijiste nada, hubo un momento en el que me miraste, sentí ser sólo una conductora. Se consolidaba tu nuevo Yo y en mí encontraste el medio. Qué extraña eras, entre más me dolías más te quería. Entre novios, rompimientos y pelas, ocupé siempre mi lugar: tu consuelo, tu oído, tu refugio. No me importaba que no pudiéramos salir a la calle. Muchas veces nos encerrarnos días en tu departamento o en el mío, son parte de mis mejores años, como siempre te decía “Encontraste lo mejor de mí, tú”. No niego los tiempos amargos, aquellos en donde llegabas hecha pedazos debido a que uno de tus estúpidos novios te había hecho daño. Uno de esos idiotas te llegó a enfermar, te alejó meses de mí, no me respondías, te escondías. Hasta aquella noche que llegaste ahogada en llanto, no podías ni hablar, me abrazaste diciéndome que no te soltara nunca. Que prometiera que siempre iba a estar. El desgraciado se convirtió en una pesadilla, más tranquila me contaste las varías ocasiones en que te golpeó,  de su terror psicológico y su control en ti. Algo que me destrozó fue que lo amabas. Lo odiaré el tiempo que sea necesario. Ese rompimiento te tuvo 9 meses deprimida, te lo juro Cecilia, no me cansé de secar tus lagrimas y si de algo sirve, sufrí contigo hasta el fondo. No quiero convertir esto en un reproche, sin embargo lloraríamos otro rato. Comenzamos a salir a la calle, las noches condicionaste. Íbamos a bares gays, quisiera borrar el día que accedí. Seguías en tu altanería extrovertida, eras –eres- muy hermosa, sería difícil que pasases desapercibida. Además bebías excesivamente, te tornabas agresiva y pretenciosa, infinidad de noches te llevé arrastrando. Mientras dormías tu borrachera te  contemplaba hasta que el sueño me vencía. Largo tiempo tuvimos esa dinámica. El problema se origino cuando comenzabas a salir tú sola, diciéndome que no te esperara despierta. En el colmo de tu libertad, llegaste muy tarde una noche, no venías sola. Sentí tu espalda golpeándome en la cama, desperté, unas manos, no las tuyas, comenzaron a tocarme, me paré enseguida de la cama y encendí la luz. Desnuda del torso, mientras la adicta que te acompaña me coqueteaba torpemente, Te quise matar. Me maté yo, me largué del cuarto y dormí en la sala. No salieron hasta el medio día. Esto se hizo una dolorosa costumbre. Una tras de otra, y lo peor es que no te las llevabas a tu departamento, las traías aquí. No sé qué pensabas. Sólo a una de tus aventuras me entregué. Me sentí indigna, pero te amaba, te amo demasiado. De esto, un solo mes estuviste, ibas sólo por ropa a tu departamento. Parecía una pupila en mi propia casa. Te limitabas a compartir el espacio, comíamos, dormíamos, vivíamos en el mismo espacio, en un enorme hielo. No me tocabas, y cuando yo quería iniciar algo, me hacías a un lado, que otro día, que tu día fue pésimo.  No hace mucho desperté, me diste una tremenda estocada, dejaste una nota en el buro. Adiós decía. Nada más. Prefiero ahorrarte el contarte como la pasé esos días. Se convertiría, ahora sí, en una carta de infinitos reproches, y dolor. A los cinco meses, encontré un recibo -al menos eso pensé primero que era- debajo de mi puerta, la invitación de tu boda.  Te casabas; un día te fuiste, así, y ahora me invitabas a tu boda. Con la frivolidad de un cartón de ésos, tan ilusorio, tan “correcto” y “lindo” (discúlpame otra vez estoy vomitando reproches). No podía creérmelo, sentí tantas cosas, sensaciones a la vez. Siempre despertaba con la esperanza que te comunicaras, de verte regresar. ¡Carajo! esperaba una nota debajo de la puerta, ajá, jamás una invitación a tus nupcias.  Quemé todo Cecilia, tus fotos, tu ropa, tus estúpidos cuadros, tus figuras, libros, peluches, discúlpame. Todo. Estúpidamente creí que de alguna manera, parte de ti en mí se iría en esos objetos. No fue así. Extrañaba cada pieza, cabello tuyo en la almohada, sentí que te me convertías en fantasma. Como ya sabrás no asistí al mal llamado día más importante de tu vida ¿Qué demonios significa esto?. En cambio tú significas el espíritu en mí. Y sí, esto se convirtió en un reproche amargo. ¿Por qué me dejaste? ¿Qué sucedió? ¿Y mi princesa? ¿Y el maldito amor? ¿Mi maldita vida?...
Estoy más tranquila, olvida esas estupideces, pero necesitaba decírtelo, escrito al menos. Cecilia, maravillosa Cecilia, necesitaré morir, crecer y llegar de nueva cuenta al momento en que te conocí, es la única manera de ser feliz. Quizá mi grave error fue sentir frenéticamente mi amor, y no detenerme a sentir el tuyo. Espero y en verdad lo digo que aquel con el que compartes afectos, te ame al menos un instante como yo. Imposible olvidarte.
Adiós.

*El esposo de Cecilia se llevaba la mano al rostro, se notaba demasiado tranquilo, demasiado después de esto. Regresaba la carta al sobre, miró a su alrededor percatándose de que nadie lo viese. Sacó su encendedor y prendió fuego al sobre.

9 comentarios:

Ros dijo...

Algunas comas, acentos, dedazos... cosas de edición... fuera de eso, este post me parece muy bueno, apasionado.
Siento que te metiste mucho en el papel del personaje, y eso se agradece, lo que quiero decir es que se sienten como verdaderos los sentimientos que expresas a través de esta carta.
Y el final, pfff, imposible mejorarlo. Saludos.

Unknown dijo...

Sí, muy intensa la historia.
¿Cómo distinguir entre el amor y la obsesión?

Capitan TINTASANGRE dijo...

escribir, escribir. bendita terapia para sacar los malos tragos.

obsecion, frustracion, despecho, tantas cosa que se van ahogando mientras uno va leyendo.

hasta sentir la resignacion y el volver a empezar.

el novio prudente y enamorado, a punto e dar el paso, quema algo que cree que podra controlar.

excelene Dr Whoanz...

tallereando...errores de dedo por varias partes.como "regaña diantes"

Anónimo dijo...

Las descripciones acá no fallan, caen en el momento justo y sin mayores pretensiones. Por momentos haces olvidar que se trata de una carta autobiográfica, es por eso que el final es tan demoledor cuando descubres que ni siquiera estaba siendo leída por su real destinatario.

¿Cuántas cartas importantes se habrán perdido de esa manera?

Sólo hay que tener cuidado con eso de la puntuación pues dificulta la lectura. Supongo que salió así por el vértigo que sintió la chava al escribir... ¡qué se va a estar preocupando por poner una pinche coma!

Travis.

la MaLquEridA dijo...

Terminó escondiendo su lesbianismo, pero si el esposo quemó la carta así sin dramas supongo que ya sabía algo, conjeturas que saco de tu texto je.


saludos.

Aline Suárez del Real dijo...

Me parece muy real, pff, siento que lo escribió realmente alguien que lo vivió, si no es asi, pues mis respetos, como dice Ros, te metiste totalmente en el personaje y lo expresaste bastante bien.

Alejandro Aguilar dijo...

Creo que con unos puntos y se leeria mejor. Aparte de eso, te aplaudo de pie.
La carta muy emotiva, el final inesperado y untanto desolador, asi como que, chale, que ogt se siente que la co-protagonista no si quiera se de cuenta de los sentimientos de su ex-amiga/amante.





Dark Angel

Dr. Gonzo dijo...

Buena lectura, se antoja como para uno de esos horribles momentos en la vida de cada quién, un ejemplo de lo que la frustración por el amor perdido (lesbiana o no) puede llegar a hacer. Lo ya dicho, puntuación y errores de dedo, nomás hay que estar atentos.

Fantasía psiquiátrica dijo...

Ros: en efecto algunos errores de edición, “premuras”, pero gracias por la observación. Se dice que los primeros escritos serán por lo regular autobiográficos, la mayoría creo que no son intencionales, mucho inconsciente. Saludos.
PHERRO: generalmente cuando el amor es "grande" se fusionan ¿No?, "mal necesario".
Capitán TINTASANGRE: el novio con los "diantes" que se le salían; quemó el pasado, sus naves y de paso su dignidad. Gracias por leer, saludos.
Travis: muchas cartas Travis, muchas, mejor que no hayan llegado. Tendré cuidado y cuidaré mis miedos. Gracias Pa.
La Malquerida: su ego, escondió su ego; y el marido tal vez la esperó ese día en casa con un revólver, pueden ser muchas cosas. Gracias y saludos.
Úrsula Amaranta: me agrada que te haya gustado. El inconsciente autobiográfico se decía por allá arriba, o mucha telenovela mexicana. Saludos.
Dark Angel: ¿más? je, de corridito mejor. Chido, eso era la onda: la emotividad, la vena en la frente y lo circunstancial que se convierte en inesperado. Gracias Dark.
Dr. Gonzo: frustración otra que hace ruido y le dan ruido a estas cartas. Estaré atento Gonzo. Gracias.