martes, 30 de agosto de 2011

Entre olivos y estrellas





Una voz al fondo de la habitación pronunciaba proféticamente:
-Nací y crecí en un campo lleno de árboles y animales. Corría libre por las veredas, la muralla me protegía de todo mal y nada temía porque tenía a mi Señor-
Fue lo último que dijo antes de guardar silencio. Observaba a todos e identificaba en ellos a animales de carroña esperando a que la presa expirara para poder abalanzarse sobre ella. Una mano anónima golpeaba el rostro que se agachaba en señal de sumisión.
-¿No tienes más que decir a tu favor?- preguntó el Inquisidor. La gente murmuraba y señalaba hacia esa pequeña mujer que ningún mal les había hecho.
 -No señor- respondió en voz baja.

El auto de fe había empezado muy temprano, incluso antes de que amaneciera, ahora, se podía adivinar un día encantador con el sol casi en todo lo alto. Todos empezaron a salir. La acusada, cerró sus ojos e imagino la hierba bajo sus pies, la frescura de la tierra y la suavidad del lodo cuando llovía. La sensación fue tan real que el miedo desapareció. Alguien la jaló del brazo y arrebato de sus ensueños. Otro más, señaló la sonrisa de la bruja e interpreto que el demonio la estaba aconsejando para matarlos a todos.
-¡Llévenla a purificar!- fue la orden del inquisidor mayor, -¡así llegará sin mancha a ser juzgada por Dios!-.
-Qué mal hago en soñar y evocar los recuerdos de mi infancia, de mi vida? ¿Por qué debo callar la voz que me lleva a imaginar, a querer saber y conocer?- se atrevió a preguntar antes de ser silenciada nuevamente.

Insensata, rebelde, amante de la noche y sus misterios, sensible a la presencia de aquellos que ya no están, adelantada a tu tiempo, hija de Lilith y pecadora por naturaleza, criatura maldita por tus antepasados, hechicera, ladrona de almas, poseedora de secretos, milenaria sabiduría escondida entre la corteza del árbol y ante los ojos del hombre, tu delito y la razón de estar ahí.

¿En qué momento había iniciado?, era  todo tan extraño, que los tres días que llevaba encerrada le parecían una eternidad. -¡Necesito una respuesta! ¿Quién me explica por qué los hombres que dicen amar a Dios son capaces de ir a mi casa, destruir todo lo que era mío y encerrarme? ¿Quién les explica que soy una mujer que ha vivido del campo y que ha heredado de su madre y abuela el conocimiento sobre las hierbas? ¿Quién les dice a los del pueblo que soy una bruja y que me quiero llevar a sus hijos? ¿Quién les puede pedir clemencia y piedad por mí? ¿Quién puede adelantar el tiempo para llegar al momento final sin sufrir la tortura de la purificación? ¿Quién…?- se preguntaba una y mil veces.

Se encogía en algún sucio rincón, su corazón –estimulado por una nueva angustia- latía tan fuerte que parecía a punto de rasgar su pecho. Había visto los instrumentos de tortura de camino a su juicio, pero no se había hecho consiente de ellos hasta que regreso a la celda. Temores la asaltaron al recordar las historias que contaban las personas sobre lo que pasaba antes de la quema en la hoguera. Se debatía entre aceptar su no culpabilidad con tal de librar el cuerpo o el resistir callada y estoica hasta que las fuerzas la abandonaran. ¿Qué hacer, seguir el instinto o la convicción? Los pasos se acercaban. El resplandor de la tenue luz la deslumbró.
-Vámonos-. Una voz suplicante y dolorida la condujo escalera abajo. -Es mejor que aceptes tu culpa y serán buenos contigo- le susurraba el guardia.

Su largo vestido cubría un cuerpo delgado y desnutrido. Iba descalza y sus pies estaban fríos. Su cabello negro contenido en una larga trenza, parecía ahora un nido de aves acomodado al azar. Sus ojos cafés estaban llenos de melancolía. Sus finos labios no dirían jamás que era adoradora de algo que lastimaba o que se escondía entre las sombras. Ni aceptaría que había sido seducida por el príncipe de la oscuridad en forma de gato, pues los odiaba un poco más que a los censores.

El guardia estaba consternado, no sabía que camino elegir, se debatía entre ayudar a la mujer con la que había crecido y la profundidad de la herida causada por la creencia. Durante el camino se mezclaban en su memoria miles de recuerdos. Malena había sido su mejor amiga, hasta que se sorprendió mirándola con amor. Le tomó la mano estremeciéndose, -por favor, acepta el delito y podrás vivir; pídeles piedad en nombre de Dios y podremos irnos-. –Eso nunca- respondió Malena con la voz quebrada.

Don Pedro la dejó en el umbral de aquel sitio que le producía escalofríos. Muchas veces le habían pedido que se quedara a presenciar cómo se purificaban a los herejes, blasfemos o endemoniados. Que podría aprender el oficio y así ascender dentro de la jerarquía eclesiástica, y lo más importante, el Señor le agradecería en el cielo el servicio prestado en la tierra.
Grande era su devoción, sin embargo, nunca se atrevería a formular la pregunta que le martillaba el pensamiento. Se culpaba por atreverse a imaginar un creador lleno de odio y con sed de sangre, -parece un pagano-, se decía. Otras veces, se escondía entre los arcos ojivales de la catedral para que Él no lo viera. Caminaba silencioso por el pasillo para recibir la comunión para no llamar su atención y que no cayeran sobre su familia la vergüenza de tener un hijo que dudaba de la magnificencia divina.

Malena acarició la mano de Pedro mientras desataba sus manos, una mirada que el comprendió como “no temas por mí” le dejo una sensación amarga en la boca, proveniente del estómago y que se ahogaba en su garganta, su bigote cubría la mueca de dolor que el apretaba porque amenazaba con desbordarse. Tuvo que desviar la mirada porque de lo contrario la podría tomar en sus brazos y salir corriendo con ella hasta que las fuerzas o las espadas se los impidieran. Entendió lo que Abraham sintió cuando Dios le pidió como ofrenda a su único hijo. La tristeza de entregar lo que amaba le infectaba la fe, dándole efímeramente el valor para enfrentarse a la Institución a la que servía fiel y devotamente desde que dejó de ser un niño.

Un grito proveniente del fondo de la habitación apresurándolo se interpuso entre la idea de que era el Diablo quien le susurraba esos pensamientos para desviarlo del camino o aquella de ángel que le pedía que la salvara. Otra voz, todo había comenzado. Pedro se había quedado entre las sombras apretando el cilicio de su pierna y horas después, mientras Malena era encerrada en la Doncella de Hierro la escuchó decir: “Escupo las apariencias. Maldigo los tabúes. Vomito sobre la herencia del ser sumiso y callado. Me rebelo ante tus conceptos. Abro mi alma como animal hambriento y rabioso. Mejor escápate de mí fuego, no me detendré ante tu inútil figura de poder. Mi escudo son los senos que no amamantaran a tu descendencia porque te doy vergüenza. Mi razón es la causa del despeñadero que hoy termino de construir. No me asustan los fantasmas que ahora me encontrarán cerca de su aliento. No temo al vacío, porque es menor, al que siento ante tu altar. ¡Me resisto! Ve encendiendo la hoguera. Sola me entrego, abriendo los brazos me dejo caer, después, no llores por mí porque habré alcanzado mi felicidad frente a tus ojos; anhelada y prohibida bajo el manto de las apariencias que aún escupo desde mi libre caída. Don Pedro, no temas, mi alma ya está lejos vagando entre olivos y estrellas…” La cobardía, lo hizo sentirse asqueado, rápidamente salió con la mirada puesta en el crucifijo que colgaba de su pecho y la voz de Malena jugando con el eco de su mente.

8 comentarios:

Unknown dijo...

El ser humano, el mayor depredador de su propia especie. En fin.

Con razón propusiste este tema, te ha quedado muy interesante y atrapante tu relato ¡bravo!

Ros dijo...

El título me gustó mucho, y el principio de la historia me parece atrapante.
Sólo al final, en la escupida de Malena, me hizo ruidito la palabra tabú, no sé si en esas épocas lo hubiesen utilizado. Y en general el rollito, me pareció un tanto de 'la otra bruja', you know, abajo y a la izquierda... sí, rebeldía, pero demasiada después de tal dolor, o sea que no le compré al personaje después de haber sido 'empalada' con clavos de hierro, tal discursiva.
Creo que esto que has escrito, puede dar mucho más, meterte más en el personaje y en la época... pero bueno, para eso es el tallereo o el intento de.
Saludo srita.

. dijo...

muy tortuoso su via crucis, muchas ideas, muchos pensamientos, una actitud tan dura y ofensiva al final.. pero, que se podía esperar???...

me latió este show... y de pensar que aun se sigue juzgando y criticando así, no de brujería, pero si querer que la democracia sea el nuevo catolicismo... en fin

saludos!!!

Pinchesendic dijo...

No sé si porque todo mundo andaba gritando en el departamento de publicidad o porque tenían a Jenny Rivera a todo lo que da, con la de "Por qué no le calas" pero casi no le entendí y me perdía varias veces. Coño me choca cuando me pasa eso. La releeré de nuevo pero en otro lado.

Dr. Gonzo dijo...

Pleno de descripción e imágenes que te instalan chido en la historia, pero sí sentí predecible la historia. Aquí la ventaja es el desarrollo que ayuda a no pensar mucho en eso.

Alejandro Aguilar dijo...

Muy chingon el escrito, me atrapo desde el comienzo hasta el final. Un poco predecible, pero como comentan mas arriba, no pierde fuerza por la trama.

Besos.




DArk Angel

la MaLquEridA dijo...

Por momentos me recordó a Juana de Arco.

En momentos me pierdo, no entendí mucho desde que aparece Dn Pedro y el grito y el final, me perdí.

Saludos.

VioletaJacaranda dijo...

Auch... traición pura, diría yo. Muy bueno, me encanta tu manera de narrar, eso y que a mi los instrumentos de tortura siempre han tenido una manera muy peculiar de retorcerme el estómago nada más de pensar en ellos. Pobre Don Pedro.

Sólo hay una cosa que me hace ruido; siento que el sermón de Malena al final es demasiado largo para alguien que está.. bueno... así... tú sabes mejor que yo...