miércoles, 24 de agosto de 2011

Raleigh



Él ponía un puntito de ceniza en la mano de Ana, sin poder explicarse tal acto de magia, ese punto se transportaba por su carne y aparecía en su palma. Así jugaron por muchas tardes.

Ella se maravillaba con aquel truco, miraba la mancha gris sobre el reverso de su mano como tratando de entender, entre ojos enormecidos y risitas, veía con admiración a su padre, que daba una última calada y depositaba el cigarrillo sobre el cenicero. Ana recogía las cenizas para guardarlas en pequeños frascos, -polvos mágicos –pensaba.

Con el paso de los años, la colección de cenizas creció, también crecieron las piernas de Ana, la tos de su padre, creció la tristeza de verlo tendido, cansado, como si los huesos, carnes y pieles hubieran cerrado la función.

Todas las noches ella le llevaba su medicina, le besaba en la frente, y lo miraba hasta que su sonrisa amarilla se cerraba, entonces no quedaba más que noche y soledad. Luego se iba a su cuarto, observaba con un extraño amodio la colección de cenizas sobre la repisa, a veces un poco enojada, tal vez un poco esperando; aún se preguntaba cómo es que su padre hacía tal truco, pero era tarde, no había voz que pudiera contestarle.

10 comentarios:

Unknown dijo...

Ese es el fin de un truco, conservarle el secreto.
La muerte tampoco devela el misterio de hacer desaparecer la vida.
Dejando a los vivos solos, como la mujer de tu texto.

Pinchesendic dijo...

Llega un momento en la vida en que de niño se piensa que hay cosas muy divertidas, y por la cotidianeidad del asunto se piensan normales, el tabaco es un asunto de salud pública.
Es una forma de autosuicidarse de forma muy lenta y costosa. Nunca es tarde para dejar el hábito.
La esposa de mi papá comenzó a fumar desde los 7 años y hasta los 68 lo hizo casi a los 70 años lo déjó de golpe. hoy no fuma más. Ella pensaba que no podría hacerlo.
Una historia triste y melancólica llena de harto realismo.

la MaLquEridA dijo...

Con tu relato me has traído a la memoria a una niña casi parecida a la tuya en la que su padre mirándola le decía que podía sacar humo de los ojos, atenta a la mirada la niña no veía el cigarro acercarse a su mano hasta que sentía el calorcillo del cigarro prendido. No había magia pero siempre caía, afortunadamente nunca se quemó.

Besos RoS.

Dr. Gonzo dijo...

Bravo. Qué manera de darme el bajón. Bravo.

Siracusa dijo...

Una historia cruel y cierta sobre ese vicio y como se daña indirectamente a los demás. Puro egoismo y sin embargo...ahh que puedo decir...no lo se!!

NTQVCA dijo...

Que triste tu historia Ros, tal parece que también es un truco cerrar los ojos para no ver la realidad.

Fantasía psiquiátrica dijo...

Toda una alegoría al cáncer. Hace un tiempo hubo en casa una muchacha que hacía la limpieza, también fumaba, maravillado veía como se comía la ceniza. Habrá momentos en los que no hay que revelar los secretos. Me gustó, saludos.

. dijo...

bueno, el comer ceniza de cigarro calma las agruras... mal consejo de ex borracho por cierto jeje...

yo apenas he dejado de fumar... no quiero que mi acto final y mi ultimo suspiro sea ronco por el cigarro...

Ros dijo...

Uy uy, qué regenerado Don Jorge, el amog le ha sentado bien, =)

Capitan TINTASANGRE dijo...

cuando mi padre me sorprendio a los 13 años con un cigarro en la boca. solo me dijo.
"que forma mas estupida de quemar el dinero"

es la unica vez que me ha dicho una mala palabra.
y la ultima que agarre un cigarro.

despues me hize fumador pasivo con tal de acompañara a mi abuelo.

conoci a una chica que me encantaba pero la deje por que sabia a cenizero.

ahora no fumaria ni por un puñado de billetes.

muy buen tema Patrona...
no hay mejor acto de magia que consumirse sin decir el secreto.