martes, 15 de noviembre de 2011

Excesos y salidas


Desde siempre fue  algo extrovertido, una máquina de hacer preguntas, de hacer respuestas, de hacer de todo; a veces siendo vulgar, a veces siendo presuntuoso, a veces siendo sarcástico, a veces siendo divertido, a veces siendo dañino, otras veces, muy pocas, siendo oportuno, pero siempre siendo él. Porque siendo él, era un modo de seguir viviendo sin ser vencido por el aburrimiento ni muerto por la soledad. Sin embargo, las personas siempre lo tomaban más por una molestia que por un loco o por un chiflado, inclusive, lo tomaban por un suicida, un molesto suicida, ya que su gran “sinceridad” lo metía siempre en líos, más de una vez recibió tremendas e inoportunas palizas.

En un momento se dio cuenta de que gran parte del problema había sido su mente, su forma de ver la vida, que habitualmente avanzaba a un ritmo acelerado, muy por encima del promedio… tal vez había de ser un simple caso de hiperactividad mental... podía ser un simple efecto de estar constantemente (siempre), en hiperactividad mental. Anticipando las acciones: errando casi siempre lo importante y acertando cuando a nadie le interesaba.

De cualquier modo la hiperactividad mental es del tipo de cosas que se llegan a controlar con los años, después de un tiempo; uno llega a controlar casi cualquier exceso si encuentra salidas, por ejemplo, un músico tiene sus salidas en la música, aunque no siempre haya querido ser músico, cuando conoce su oficio encuentra la salida. Y sobre todo su potencial. Aunque el encuentro con la salida sea fortuito.

Tras un momento de poder hacer lo que le gustaba (por una casualidad encontrado), descubrió que era lo que siempre había deseado. Al principio, no fue muy bueno, estaba demasiado entusiasmado como para ser bueno. Pero comprendió que tenía la posibilidad de ser  bueno en esa tarea, no simplemente bueno, sino grandioso.  Y bastó esa noción para ponerlo en los cuernos de la luna.

Al mismo tiempo comenzaba a comprender el gran principio que mueve todo, qué mueve al universo, o al menos esa parte que se relaciona con el éxito; uno encuentra a un tipo loco, desquiciado, que anda corriendo por dentro de uno, en la mente, arruinándole la vida. Uno lo persigue hasta un rincón, lo acorrala y lo atrapa. Pero no lo mata ni lo daña ni lo amenaza, ¡claro que no!, la muerte es demasiado piadosa para personajes de esa calaña. Mejor se le saca provecho. Se le pone un yugo y un arnés y se empieza a arar. Una vez que uno le encuentra la medida, ese sujeto trabaja como un demonio. Y proporciona unas cuantas diversiones de vez en cuando. A eso se reduce todo en realidad. Y con eso basta... y bastará. La seguridad que da encontrarle salida a los excesos, canalizarlos, es lo más reconfortante que puede existir en la tierra. Hasta que nuevamente, esas salidas empiezan a arruinar lo demás.

4 comentarios:

Siracusa dijo...

Siempre habrá una zona de confort, un momento donde todo parece bueno aunque después algún factor desequilibre el sistema interno nuevamente. Fluido tu texto, el uso de los signos de puntuación le dan esa fuerza. Algo que quisiera aprender.

Ros dijo...

Ay, Fer, te aplaudo, chingón. Me gustan tus maneras de narrar.
Disfruté este post, pfff, sobre todo el último párrafo.
Como dice Siracusa, tus puntuaciones le dan gran ritmo.

Unknown dijo...

La seguridad de no estar seguro de nada, mucho menos de esas introspecciones, de las cuales no se sale bien librado.
A fin de cuentas, no hay método que valga para vivir bien la vida.

la MaLquEridA dijo...

Lo más difícil es canalizar los excesos, no hay manera según mi punto de vista.

Saludos.