jueves, 10 de noviembre de 2011

¡Qué rico mami!

La boda sería a las seis de la tarde sin embargo desde muy temprano había que preparar el banquete que consistiría en el tradicional mole con pollo y arroz., cerveza, refresco, pulque y aguas de frutas naturales y tortillas hechas a mano.

El ajetreo empezaba casi a la madrugada cuando Catalina afilaba el cuchillo para poder destazar a los pollos que meses antes habían sido criados para tal efecto.
El aroma de la leña calentando el agua para desplumar a las gallinas se confundía con el olor de la variedad de chiles hirviendo con ajos y cebollas para hacer el mole preparado por las manos expertas de las mujeres más viejas de la familia, teniendo en esos menesteres vasta experiencia.

El nixtamal era llevado al molino a las cinco de la mañana para que estuviera preparado y empezar a echar las tortillas momentos antes que se sirviera el banquete.

Dn Luis, el vendedor de pulque más rico del pueblo había llevado unos cuantos barriles, suficientes para calmar la sed de los comensales. Curado de apio, jitomate y guayaba eran de los más solicitados.
En otro rincón eran almacenadas las cajas de cerveza y refresco para el que quisiera. En la cocina las licuadoras comenzaban a moler la guayaba y la jamaica para preparar las aguas frescas en los grandes vitroleros listos ya encima de las mesas.

Mientras tanto, Catalina tallaba sobre la piedra el filo del cuchillo de tal manera que pudiera cortar al pollo sin que este sufriera. Sus hijos ayudaban a perseguir a las gallinas y después de varias corretizas, caídas y raspones las llevaban a las manos del verdugo en que se convertía su madre. Sabían que los iban a sacrificar pero querían ver el espectáculo en que se volvía la matazón de aves.

Juan -el mayor de los hijos- ayudaba deteniendo el cuerpo y las alas de la gallina fuertemente mientras Catalina cortaba con mano certera el pescuezo del animal.
Los niños al ver la sangre brotar empezaban a llorar sin consuelo, Catalina entonces los mandaba a la casa para que no vieran, decía que si le lloraban al pollo, este sufriría más.
La sangre salida del pescuezo era recaudada en una cubeta para después darle un buen uso. En casa las cosas por muy bizarras que parecieran siempre tenían un uso.

En la ventana de la cocina, los niños veían con ojos llorosos como uno tras otro los pollos eran descuartizados. Sufrían al ver como querían zafarse con movimientos desesperados en último intento por salvar la vida pero el tajo certero los dejaba inmóviles en cuestión de segundos. Los ojos redondos quedaban fijos en la nada al último estertor de la muerte.

Catalina siempre tuvo la certeza de que si alguien le llora a un moribundo -sea lo que sea- este tardaba mucho en ¨irse¨ y por consiguiente sufría más. Por eso no dejaba que los niños vieran el sacrificio de los pollos, era demasiado para su tierno corazón aún cuando ya en la fiesta ellos no relacionaran lo que se estaban comiendo con el pollo al que horas antes le lloraban, hasta que crecieron y el mundo cruel se abrió a sus ojos.

-Salió rico el mole mamita- decían los niños en el banquete. Catalina sonreía pensando en que después que se acordaran de las gallinas, volverían las lágrimas aflorar a los ojos de sus retoños.




*En algunos sitios se tienen costumbres que se convierten en mitos al paso del tiempo, como el de creer que si se desean tanto los tamales cuando se están preparando estos tardan más en cocerse. O el de arrojar con fuerza el agua cuando se prepara el mole sino se corre el riesgo de que salga agrio. O el de que una sola persona prepare el mole verde para evitar que se ¨corte¨. Como este hay muchas creencias y costumbres más, tantos que se llevaría mucho tiempo para hacer una historia a cada uno.






















10 comentarios:

Unknown dijo...

Pero esos mitos de la cocina son prácticamente infalibles.
Un relato ameno en tu particular estilo, Malque.
Sólo te hago una observación: ...darle un uso útil.
Quizás se leería mejor: darle buen uso.

la MaLquEridA dijo...

¡Listo!


Gracias Pherro.

Ros dijo...

La cocina es rica en mitos.

El título no me acaba de gustar, pero este relato me atrapó sobremanera, me gustó mucho, me dio hambre, me hizo reír, recordar, chale, lo disfruté todito.

la MaLquEridA dijo...

RoS: Gracias.

No me gustó tampoco el título pero no encontré otro adecuado.

Gracias por pasar.

Saludos.

LUIS TORRES dijo...

Una descricion muy visual, un relato lineal que se hace ameno leerlo.

Saludos

Siracusa dijo...

Me gustó, me recordaste tooodos los mitos que mi abuela nos contaba al momento de cocinar, uno de ellos y que me daba risa, consistia en que si batias el huevo para capear y este no se ponía a punto de nieve, indicaba que estabas embarazada. Buen relato. :D

Augustine X dijo...

Buen texto. Me hiciste acordarme de las historias que me contaba mi madre sobre mi bisabuela y su tradicional manera de preparar el mole para el día de muertos, se metían en un sotano el 31 por la noche para moler los ingredientes y hacer la pasta del mole con sus propias manos, mi madre dice que mi bisabuela, miestras tanto, les contaba historias sobre el nacimiento del chile y el chocolate.
Gracias por tú historia, bien logrado.

Dr. Gonzo dijo...

También me gustó. Curiosamente me interesan mucho este tipo de historias y la tuya la relataste mucho desde esa perspectiva de asombro y detalle, lo cual rescato mucho. Desde mi abuela y unas hermanas suyas hasta mi mamá y alguna mamá postiza, aprendí un montón de esas historias relacionadas a las cocinas. Yo tengo dos favoritas; una es que hay que cortar cilantro y cebolla antes que preparar cualquier cosa que los involucre (consomé, antojitos) te da suerte para tener el agrado de tus comensales, la otra es que cuando calientas la tortilla en el comal y ésta se inflama toda haciendo una especie de globito, quiere decir que tu suegra te quiere.

Unknown dijo...

En mi casa a mi hermano y a mí no nos dejaban entrar a la cocina cuando horneaban bollos porque decían que si los gemelos entran en la cocina cuando se está horneando el pan no “levanta”…saludos!

pinchesendic dijo...

dr gonzo, yo había escuchado que cuando se infla la tortilla echa a mano es que ya estás listo para casarte.
Malque está muy bonita tu historia de los pollos y los mitos de la cocina.
Y vas a decir que: que castroso, pero pienso que la palabra uso que cambiaste se escucha mal porque está muy cerca de otra palabra uso.

Pd. disculpa por comenttar casi una semana después. besos