domingo, 29 de enero de 2012

El último día




Ya eran las dos de la tarde cuando Rodolfo abrió los ojos, con pesadez inició el rito de levantarse, el cuerpo como de costumbre le dolía de manera indescriptible, rodillas inflamadas, manos artríticas, músculos y nervios hinchados, molidos. Se sentía como un anciano de mas de ochenta años,  por esa razón había decidido retirarse, era el último día en que iría a trabajar.
Fue al baño, en esas paredes blancas se quedó a solas con sus pensamientos, con sus recuerdos. Pero ya no había vuelta atrás. La ducha lo resucitó y su ánimo poco a poco comenzó a subir.
Tomó sus cosas encaminándose lentamente hacia el centro de la ciudad. Una pausa en el mercado para comer algo y platicar con sus amigos del barrio.
Pero por más que quiso evitar llegar al trabajo, fue inevitable, rodeó con pasos lentos el viejo inmueble de cuatro caminos, hasta llegar a la puerta de atrás, donde fue recibido por el portero que ceremoniosamente lo acompañó hasta el cubículo que tenía designado.
Rodolfo cerró la puerta, abrió su maleta, sacó su uniforme celosamente doblado, lo extendió sobre el camastro, comenzó a desnudarse mientras el espejo le mostraba las cicatrices de toda una vida de esfuerzo y dolor. Sacó un frasco de ungüento y en un banco de madera procedió a masajearse las piernas, en la penumbra sólo se concentraba en lo que debía hacer, eso era lo que importaba.
Comenzó a vendarse para mitigar los dolores -parezco momia de Guanajuato –se dijo a sí mismo con una sonrisa llena de memorias.  Con más lentitud aún, comenzó a colocarse su uniforme: pantalones, botas, y todos los demás artículos que enarbolaban su profesión.
Un toquido en la puerta  era la señal, Rodolfo salió, empezó a caminar por el viejo y estrecho pasillo. Se apoyaba lastimosamente de las paredes, de vez en cuando se topaba con algún colega que le aplaudía dándole ánimos: -eso es profesor vaya por ellos, enséñeles quién manda.
Un grito llamó su atención: -te espero arriba compadre, vamos  a acabar con todos. 
Rodolfo sólo sonrió.
Al llegar al fin del pasillo, esperó un momento, el aire le traía los olores y el sonido del monstruo de mil cabezas que ardía del otro lado. Sólo una cortina lo separaba del resto, era casi hora de cruzarla.
En ese momento escuchó su nombre, tomó una bocanada de aire, ajustó las agujetas de su máscara y sintió un disparo de adrenalina, de golpe el anciano cuerpo recuperó la vida, dejó de ser humano para convertirse en dios, mientras  todos gritaban:

¡SANTO! ¡SANTO! ¡SANTO!........

5 comentarios:

Pinchesendic dijo...

don Rodolfo Guzmán Huerta, a.k.a. Santo, el enmascarado de plata. Murió a los 84 años de edad. Solamente se quitó la máscara una vez para mostrar una ligera parte del rostro un par de años antes de su muerte en el noticiario de Jacobo Zabludovzky. El toreo de cuatro caminos fue su primer hogar. Se dice que lo enterraron con su máscara en el panteón Mausoleos del Ángel. De él iba a escribir y sería mi tema pero justo antes de comenzar se me ocurrió la historia que desarrollé.
Fascinante su tu forma de retratar al Santo en sus años últimos, cuando la piel está marchita y sólo la máscara que roba gritos y júbilo de extraños lo logra rejuvenecer.
felicidades Tintasangre.

Ros dijo...

Qué bien supo jugar, sin leerse obvio, al abordar este relato.
Lo suyo es la narración Capi, sabe tejer, sin complicarse, hasta ¡bang!, dejar caer el final.
Chingón.

Malinche dijo...

WEY:
Me encanta el que mantengas al lector atrapado, siguiéndote como estúpido, queriendo saber qué más pasará... me gustó mucho, reí, creo que son pocas las cosas que le puedes pulir al texto, porque definitivamente hay textos que ya deben quedar así, como están, excepto por cositas nada graves... no recuerdo si ya te había leído por aquí, pero shido tu texto!!

LA MALINCHE

Paco Payán dijo...

Esto está rebueno, me gustó mucho el relato, cómo lo llevas y lo transmites de manera sencilla y rica a la vez.

Qué chingón, saludos.

Augustine X dijo...

Concuerdo con los demás un texto sencillo, bien hilado y que llevas con un buen ritmo. Saludos