sábado, 14 de enero de 2012

Ruffles y la esperanza




El auto se detiene justo en la entrada del lugar, la calle empedrada hace difícil la circulación

- ¡Bájate ya, Memo!
- Espera Marta, debo agarrar bien la jaula, Ruffles está muy asustado… ya sabes, él nunca sale de casa, apenas superó el hecho de mudarnos…
- ¡Memo, ya! Tengo que ir por las niñas, ya es la una y me trajiste hasta esta colonia lejísimos de la guardería.
- Marta, eres mi hermana y esto es difícil… agradecería un poco de apoyo, que refinaras un poco tus modales, Ruffles puede sentir eso, tu enojo, tus prisas… él mismo está pasando por algo difícil ahora mismo. Mira, ya me bajo, sólo déjame… mira, Amigos de los Animales está lejos porque estos espacios de bondad y ayuda no caben en el centro de la ciudad… ahí sólo caben bufetes jurídicos y bufetes de comida china… sólo déjame sacar…

Los automóviles cercanos enloquecen con sus bocinas pitando insistentemente. Memo que tiene medio cuerpo fuera del auto se asoma y les grita: ¡Sí ya sé, tienen prisa por llegar y yo tengo prisa por irme! ¿Nos entendemos? Sólo dejen de hacer tanto ruido.

Marta mira a Memo con ojos llenos de furia y con un frío “ya lárgate Memo” empuja a su hermano fuera del auto. Afortunadamente Memo ya tenía bien asida la reja de Ruffles y ella parte arrancando a la par de un reventar de piedras bajo las llantas. Memo observa durante varios segundos la puerta de entrada de la pequeña casa y Ruffles maúlla largamente.

- ¿Ves? Ahí va la juez que decidió tu partida, Ruffles. Y a mí me toca ser el ejecutor. ¿El papel de la pequeña Lucía fue el de la acusadora? Puedes creerlo… la parte acusadora han sido tantas personas. Tú sabes que no quiero hacer esto, pero de aquí te adopté y espero que aquí te puedan conseguir un hogar. Ya sabes, gente que te quiera mucho y que no tenga hijas alérgicas a tu pelo y cuyas madres sean más sensibles al hecho de que a veces toses eso que… ¿son pelos? En serio ¿qué toses? Parece dip de mayones y chile seco. Yo nunca te doy de comer eso… mira, desde que Teté se fue… digo Teresa… mi terapeuta dijo que no debo decirle Teté, dice que eso me hace seguir unido a ella de alguna loca forma. Te platiqué, esta psicóloga es humanista y me dijo que hiciera esa lista de 50 cosas que no me gustan de Tetéteresa y me salieron 185. Dijo que debía reducirlas porque serían difíciles de recordar, pero la verdad es que para nada es difícil, ¡de hecho se me ocurren más!. Pero es mejor que la anterior, la de terapia cognitiva ¿recuerdas? Llegaba a casa con dolor de cabeza, porque yo creía que el problema era que ella invadía mi pensamiento y como dijo la terapeuta: al intelectualizar el desajuste, una solución va a surgir. Pero por más que quise intelectualizar el hecho de que ella se quedara con más de la mitad de mi sueldo y tomando en cuenta que nunca tuvimos hijos, ni siquiera sexo los últimos seis meses, me parece injusto. Pero el acabose fue el psicoanalista. Oh, casi me convence de que fui abusado por mi papá y que tenía fijación por las faldas de caballos de mi mamá. Eso no sirvió de mucho, me decía que Teresa era el caballo en las faldas de mi mamá… oh, me dolía mucho la cabeza y tú sólo me observabas y te acurrucabas. La vida pasa tan rica cuando eres un gato ¿no?

Ruffles observa a su amo un momento y luego alza una pata y se comienza a lamer la entrepierna. Memo se sienta en los escalones de la entrada del lugar.

- ¿Recuerdas que maullabas mucho cuando dejaste de verla? Y luego de eso te lamías constantemente así como ahorita. ¿Qué habría pensado el psicoanalista? Mira que mi mamá me lo decía: Memo, esa Tere es muy buena chica, pero de alguna forma lo vas a echar a perder. Y no tuvo razón, a que lo echó a perder fue ella con ese… el tipo con el que se fue, teníamos como 20 días de que ella se había ido. Yo le mandé unas flores y no supe más, creo que no le gustaban esas flores en específico… eran girasoles o margaritas… debí haber tomado un arreglo variado y en una de esas le atinaba a las que le gustaban… el caso es que se fue con el tipo ese del apellido chistoso… José se llama, Pepe le decían… es bueno que no recuerde el apellido porque me daba risa y no se supone que estuviera a las risas cuando lo recordaba… ay Ruffles, te voy a extrañar mucho y sé que tú probablemente también me extrañes, finalmente, eras un bebecito de tres meses cuando vine por ti a este mismo lugar, hace cinco años. Teté decía: ese pinche gato tiene nombre de idiota o ese pinche gato deja pelos en los sillones… ahh, los recuerdos. Cuando el jefe Sánchez me despidió, me dijo: Hernández, la verdad es que es usted un buen trabajador, porque siempre hace lo que se le pide, es callado, no anda haciéndose el simpático ni anda queriéndose subir a las barbas de nadie, pero eso también lo hace digno de poca confianza. Es más, lo voy a despedir y usted no me rezongará ni me va a pedir indemnización, porque lo correré por no cumplir con todos sus objetivos… mismos que usted no conocía. Carajo, qué cinismo ¿no Ruffles? Y sin embargo tenía razón, no iba yo a andar discutiendo con nadie por nada de eso… no tendría chiste, o sea… Teté, mi mamá acusándome hasta de lo que no hago, mi hermana enojada por todo y papá muerto… esos son suficientes motivos como para que no estés tan preocupado por esas cosas. Y Teté se portó bien, o sea, me despidieron y me ayudó a entrar a la fábrica… para quedarse con la mitad de mi sueldo. Ay Ruffles, ven acá pequeño, te ves tan mal en esa jaula y no es bueno tenerte encerrado. Verte así, me recuerda en cierta manera a mí… pero… bueno, no sé por qué me recuerda a mí eso… suena como a que perdí la idea. ¿Sabes Ruffles? Creo que estamos a tiempo para empezar… sí, siempre tenemos otro camino ¿y si no te dejo aquí? ¿Y si nos vamos juntos? Un hombre y su gato, juntos contra las… uh, adversidades de la vida… podría funcionar. No tenemos que regresar a casa de mi hermana ¡ni tampoco ver a mi mamá, ni a Teté, ni tampoco a la terapeuta, que francamente ya me cansó con sus cincuenta cosas de esto y cincuenta cosas de lo otro! Es más, ¡¡¡voy a recuperar a Teté… voy a demandar al jefe Sánchez, voy a comer más verdura, me voy a comprar el abshaper, voy a recuperar a Teté!!! ¡Vamos Ruffles! ¡Liberémonos!

Acto seguido, Memo suelta la puertecilla de la jaula y Ruffles sale corriendo entre los autos, saltando ágilmente por la calle empedrada ganándose un par de estridentes bocinazos, pero tan jovial y animado como su amo. Ruffles miró hacia éste, como invitándolo a seguirlo con un maullido entrecortado. Memo no tuvo tanta buena suerte. Ni siquiera tuvo chance de bajar de la banqueta, uno de los autos que esquivó a Ruffles se subió y tumbó al frágil y animado Memo por la espalda, prácticamente aplastándolo. Ruffles brincoteó en el mismo ánimo, cuesta arriba entre las empedradas calles de esa lejana colonia de la periferia.

4 comentarios:

Capitan TINTASANGRE dijo...

intensa elucubración de Memo, para darse cuenta de que vale la pena vivir, lastima que no tenia las siete vidas de rufles.

Dr Gonzo un placer leerle.
nuevamente a sus ordenes. aqui andamos.

Pinchesendic dijo...

Le salió más barato a Memo hablar con el gato, que con el terapeuta.
Pero esa charla entre él y su ruffles, se me hizo un poco cansada.

Anónimo dijo...

De algún modo, ambos personajes tienen su final feliz. Disfruté sobremanera la última escena: triste, emotiva, a la vez esperanzadora.
Qué buen nombre para el gato, la verdad es que la historia me despertó mucha ternura. Ambos personajes me movieron mucho, y aunque Ruffles no participa del todo, no lo necesita, va inmerso en el texto -con un maullido o una lamida-, todo lo que siente por su dueño, la neta que es bien bonito decir sin decir.
Ros.

Paco Payán dijo...

Me ha gustado mucho el texto, el cómo llevas el diálogo al lugar común (imaginé que todo sucedía en la "COLVER"). El final remata de maravilla. Chido Doc.