sábado, 17 de marzo de 2012

De cómo los recuerdos se olvidan




En el fin de los jardines sembramos el recuerdo incipiente, ese que tenía olor a historia entre un madero y nosotros, el que invitó a la fiesta constante que solían ser nuestros labios inspeccionando el conducto de nuestras palabras. Es ese maravilloso momento, en el que vimos a la hija de alguien llorar, paseantes ir y venir, las aves susurrar a sus crías la canción de cuna, la tarde decirnos que se nos acababa el tiempo, el momento de decir adiós. Ahora, esto significa el último rayón en nuestras hojas membretadas con el nombre del otro, el autógrafo post mortem que da el amor cuando aún coletea desesperado por aire y es que sabemos que todo se va al final. ¿Puedes culpar a la noche que nos cubrió por esto? Sin embargo es el último recuerdo que ha soportado a esta nave hundiéndose, el momento congelado que a gritos me jode en esa esquina de mi cuarto, que se pavonea orgulloso pensando que tiene un lugar asegurado en este poco de todo, en este mucho de nada. Bueno, es hora de comprobarlo.

3 comentarios:

Ros dijo...

Esta idea, de la despedida en un jardín, de los paisajes que se borrarán, del adiós, del final, pfff, me parece muy buena. En tan poquito dices tanto, que yo me quedo contenta y con este tema tuyo de borrar.

Augustine X dijo...

Me ha llegado mucho y me parece que la intensidad del texto invade la lectura. Buena aportación, saludos.

Dr. Gonzo dijo...

Gracias por sus comentarios, sé que no me paro mucho por aquí a veces en mis escritos, pero gracias por lo que dicen, espero ser más cuidadoso en algunos escritos, últimamente no le dedico mucho tiempo. Pero marcharemos mejor.