sábado, 14 de abril de 2012

Después de todo creo que sí existe el destino...



Para ti...

Fueron años en secreto, miradas insistentes, mi obsesión por tus labios, por tus ojos penetrantes…tristes. Éramos perfectas desconocidas  entre ayeres sin rumbo y palabras a medias, entre calles vacías y la dulce indiferencia  que opacaba tus lágrimas cada que la realidad tiraba piedras a nuestro destino.

Nunca cruzamos palabras, sólo miradas fugaces y perdidas, a veces tímidas, otras lascivas. No sabía casi nada de ti, pero las voces asfixiadas lo decían todo cuando por “casualidad” te sentabas a mi lado y ligeros roces encontraban nuestras manos, tu pierna, mi rodilla, mi instinto asesino, tu cruel disimulo.

Sólo mis notas vacías fueron testigo de tu existencia. Sin saberlo habíamos sido unidas para caminar por el mismo rumbo, pero el miedo y los desvaríos adolescentes  nos hicieron salir corriendo sin volver la mirada, bajar los párpados y seguir a ciegas.

Las calles no dejaron de añorar tu nombre, preguntar por tu paradero, reclamar tu presencia. Pasaron cuatro años y un día cualquiera te vi, cruzando la calle con pasos disimulados, llevando a rastras el tiempo tal vez perdido,  con tus labios perfectos, tu semblante tímido pero tus ojos aún tristes.  No pude disimular mi sorpresa y me quedé helada, recordándote con la mirada y con el más vivo deseo de estar contigo…tú hiciste lo mismo y saliste corriendo.

Sabes, creo que es obra del destino que de la manera más absurda alguien nos presentara y nos hiciera estrechar nuestras manos cómplices de antaño. Sólo el tiempo y las mismas miradas insistentes  me harán caer en tu piel o intentar callar tu nombre entre mis versos y desvelos.

2 comentarios:

Ros dijo...

Amo tu prosa, esto se lee desde las entrañas.
Llegador, es un disparo. Ha sido un placer leerte.
Saludos, Ju, =)

Dr. Gonzo dijo...

Es la constante de la melancolía y el uso de palabras con peso, de una construcción muy precisa y una rítmica que te hace respirar en el mismo tono de tus palabras lo que hace que sea un gusto enorme (y triste) leer este escrito.