Nuestra fotografía
esta entre libros y flores secas. Recuerdos de los momentos construidos. Trabajo
sobre la mesa y me observas, con esa mirada tan tuya, un poco indiferente, pero
cuando me distraigo puedo sentir como cambia. En ocasiones me detengo, sostengo
el lápiz en la boca y trato de imaginar -¿qué pasaba por tu mente
cuando nos fotografiamos?-. Fue la primera vez que nos vimos y pudimos
intercambiar pensamientos de viva voz. Es raro decirlo así, pues ya desde antes,
habíamos tenido ese tipo de conversacion, donde la esencia no se puede
cambiar ni modificar para caerle bien al otro. Sigo trabajando, hay muchas
cosas que revisar, otras tantas que planear. Cotidianidades.
No puedo. Tu mirada recorre mi cuerpo. Se detiene
sobre mis senos y un escalofrío... Cierro los ojos y siento tu boca húmeda... ¡Sacar promedios, en eso debo concentrarme!. Busco los papeles que se han perdido
entre los demás. Al lápiz se le rompió la punta. ¡Carajo! Tampoco encuentro el
exacto para afilar. Nunca he usado sacapuntas, no queda la punta larga ni fina
como me gusta, que me permite garabatear un diez o un cinco en un cuadro de dos
centímetros. Veo la pila de cosas pendientes, suspiro y de nuevo tú mirada. Tan
llena de paz, me divierte ¿Qué pensarías al verme perdida entre mi propio
desorden? Sonrío, ¿dónde deje el encendedor? Voy a la cocina. Tomo un trago de
jugo del cartón y se me escurre por la blusa, el frio despierta mis pezones. Un
cosquilleo empieza a bullir por debajo de mi pantalón, tu lengua recorriendo mi
vientre… Buscó en los cajones, hasta que por fin encuentro unos cerillos.
De vuelta en mi
habitación disfruto del incienso. Me tiendo sobre la cama aspirando tu aroma
sobre la almohada. Disfruto mi cigarro y clavo la mirada de nuevo en tus ojos. Empiezo
a contarte lo difícil que es tratar de concentrarse así, te hablo de lo mucho
que me gustaría salir de vacaciones, las ganas de ir por un helado y caminar
sin rumbo, sin sentido. –Me gusta mucho tu sudadera roja- me dijiste un día.
Hoy la traigo puesta. –Debajo no tengo nada- digo y guiño un ojo. No sé, si sea
mi imaginación perturbada, pero al instante brilla en ti una chispa de pasión. Tus
dedos jalándome el cabello como si fuera una yegua a la que tomas de la crin
para cabalgar. Tus envistes detrás de mí…suena el teléfono, es Susana que me
invita a salir –No puedo amiga. Te lo compensaré después, yo invito el vodka-
cuelgo rápido, tú me esperas en la habitación.
De regreso, me he sacado toda la ropa, menos la interior que se te
excita ver y quitar de a poco. Un fulgor extraño surge de la fotografía. ¿Te
robé el alma y quedó ahí entre esos colores oscuros? No lo sé, no me importa,
te respiro, te siento.
Se consumió el
cigarro, el incienso me provoca sueño y la ansiedad entre mis piernas aumenta. Mañana
debo aplicar exámenes. Tu lengua dibujando mí oído… Aún faltan cinco días para
la quincena. Y mis manos ya empezaron a recorrerme, lenta y suave. –Abre las
piernas- parece que me susurras desde al altar que te he construido. La respiración
agitada es evidente. Coloco la fotografía cerca, el marco lastima mi piel que
se eriza al contacto de mis manos sobre la “v” que une mis piernas y conecta
con el paraíso. Mi cadera empuja hacia delante y atrás, siento en el aire la
fuerza de tú hombría entrar y salir de lo rosa del jardín que te pertenece. Esa
mano, no me pertenece, es tuya. Llegas hasta el fondo de mí ser. Me despojas de
toda la piel y vez mi alma, te la muestro sin miedo, un beso al vidrio frio,
estas aquí, son tus labios los que sienten la explosión de mi cuerpo. Quedo
lánguida e inmóvil sobre la colcha blanca. Y mi lápiz sigue sin punta. Miro
alrededor, todo estático. Te abrazo a lo lejos, suspendo la actividad de mi
cerebro, todo desaparece, solo puedo pensar en aquella noche que pasamos en tu
coche, afuera de la casa de tu hermana, oyendo a los niños jugar, escuchando
música y fumando ilusiones. De nuevo tomo nuestra foto, delineo tus cejas, la
nariz, tu barba que se desliza por todo mi cuerpo.
Esta tarde se consume
deliciosa.
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