domingo, 8 de abril de 2012

THE LOST BOYS

Decía mi abuelo "Las historias de horror, muchas veces cubren otro horror". En su pueblo de origen, las leyendas de niños extraviados por chaneques eran muy comunes. Lo que había detrás de ello, se explicaba con la dura vida del campo. El mantener a una familia siempre fue muy difícil, y más si esta era numerosa como se acostumbraba desde tiempos de la revolución. Cuando no se podía con semejante responsabilidad, los padres, con el fin de aminorar la carga, decidían deshacerse de alguno de sus vástagos, y para ello, elegían perderlos en el monte o en lo profundo de la noche. Cuando les preguntaban por el hijo ausente, los mas honrados se limitaban a responder que este había fallecido mientras dormía. Otros, quizás con menos ingenio, contaban que un chaneque se los había robado durante la duermevela... sin embargo, todos sabían lo que esas desapariciones significaban. "Las historias de horror, muchas veces cubren otro horror"... sí, eso decía mi abuelo.

"Yo jamás vi duende o chaneque alguno, pero lo que si me toco oír cruzando de noche por el cerro, fue la voz de unos niños llamando a su mamá. Se escuchaban a veces cerca y a veces lejos. Luego, me parecía oír mi nombre en la penumbra. No fui el único, a mi hermano también le toco varias veces escuchar esos ecos (él era el mayor y tenía que ir más seguido a vender la leña). Mi padre siempre nos aconsejo: Ustedes no contesten ni hagan caso de nada, sigan su camino. Un día fui a casa de mi abuela y me pregunto:

- Mijo, estoy curiosa ¿Que andas escuchando voces allá en el monte?

- Pues fui en la noche a dejar la leña abuela, y de ida y de regreso se oían otros chamacos, pero yo nunca los vi. Y luego también escuchaba que me nombraban.

- Ah caray ¿Pero si les has hecho caso a tu papá?

- Si abue, yo ni les hablo ni les contesto.

- Ta bueno... Es que han dejado tanto niño por allá perdido, y como ni una misa les han hecho, creen que sus padres todavía van a ir por ellos. Hay que echarles un rosario, pero antes necesito verlos. Échale un grito a tu mamá, pa' ver si me asiste con un trabajo.

Esa misma noche, mi madre le ayudo a mi abuela a untarse en los ojos... lagañas de perro. Nunca me dijeron para que servía tal cosa, pero según mi hermano, solo así la abuela podía "saber que había más allá". Agarro su mula, se fue cuesta arriba y no regreso hasta la madrugada.

- No pues... si andan muchos errando por ahí. Yo voy a hacer algunas tareas para que unos cuantos descansen, pero otros... ya no buscan la luz, esos si se quedaron enojados, con mucho coraje. Esos mismos perdieron a otros vivos (por eso está bien que no les contestes, ni les hagas conversación, porque quien sabe a dónde te jalen y por allá te dejan)... y unos poquitos, dicen que de los pelos se los llevaron.

- ¿Quienes abuela?

- De esos mejor no me preguntes, además ya te conté mucho. Olvídate de esta plática y se un niño de bien, y nunca le temas a nada.

Después de aquello, ya nunca tuve miedo de andar por el monte, aunque escuchara voces. Pero lo de los chaneques estuvo fuerte durante mucho tiempo. Hubo casos raros de infantes que decían soñar con otros chamacos que los invitaban a jugar allá muy lejos... luego ya no se les veía... en el sueño se quedaban. Finalmente, cosa curiosa, llego eso de las vacunas y de los duendes ya no se volvió hablar... Extraño ¿No mijo?"

Todo puede ser verdad, si todo mundo lo cree. Yo creo en lo que me conto mi abuelo... y en su mundo y tiempo, los chaneques o duendes existieron. ¿Porque habría de contradecirle si yo no estuve ahí?

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