domingo, 8 de abril de 2012

Pase de Abordar



Recuerdo el olor de su cocina, a pan de trigo y piloncillo recién horneado a la leña, cada domingo cuando llegábamos de visita a casa de la abuela. Su cara radiante al vernos llegar y yo corriendo a abrazarla, siempre con dulces de leche ocultos en el bolsillo del delantal, lejos de la mirada de mi madre.

El andar detrás de ella, corriendo, jugando por todas partes. Acompañándola al jardín al atardecer mientras recogía los pájaros de colores que tenía en el balcón que daba hacia la calle principal del pueblo.

Ese era el momento mágico, cuando el sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, ella encendía su vieja lámpara de aceite; mientras atizaba la leña me sentaba a su lado y comenzaba el viaje a mundos distantes y maravillosos. Sacaba ese viejo libro azul de pastas gruesas, como sus lentes.

El pase de abordar al submarino de Nemo o a la alfombra voladora de Aladino, Al país de nunca jamás o al de las maravillas, a liliputh o a la luna.

Cuando pronunciaba el “Érase una vez” mi mente volaba libre por la interlínea de sus letras, saltaba de cuento en cuento y se  batía en duelo lo mismo con piratas que con dragones.

Conocí dioses y héroes, villanos y princesas, escondidos en los libros que esos ojos ya grises recorrían, mientras sus brazos me arrullaban dulcemente hasta quedarme dormido.

-Juanito, ven trae el libro azul de pastas gruesas que está en mi cuarto, que quiero leerte el cuento mas bello jamás contado…

-Sí, abuelo. 

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