viernes, 11 de mayo de 2012





Pasaje caribeño

Ha empezado el calor, lo noto porque las mantas me atosigan ya por las noches y tendrán que encontrar otro uso como soporte de mi cuerpo separándole del suelo. El sol nunca toca directamente, los despertares entonces no son bruscos sino ligeros como soplos de luz en los ojos. Lo malo del calor es que  los olores se agudizan, la orina y el calor siempre han sido una combinación peligrosa aunque las chelas y un par de tabacos aminorizarán el efecto o me obligarán a olvidar que mi casa es todo un orinal. Habrá más reuniones en el parque, más vino frío y por lo menos, la soledad parecerá más cálida, colorida. Abrirán por fin, como cada verano el  "Pasaje caribeño", extraño a las mujeres que se pasean por ahí regordetas, delgaduchas, feas, hermosas con una belleza que jode por estar tan usada, todas son mis amigas, más de una se ha quedado tirada a mi lado, en mi cama. Los hombres como siempre llegan con su gran valía, su espíritu altivo y sus ganas de pillar un cacho porque trabajan horas para gente que los humilla o los desprecia. Alguno me invita un trago de vez en cuando o habla conmigo porque sus amigos lo abandonaron o porque se vino a un país donde la superación sólo se mide por ganar un poco más de dinero. Los hombres me miran con pena, como si creyesen que soy un desgraciado, un pobre hombre que duerme en la calle, si alguna vez me pagan algo es porque creen que su misericordia me hará el día, es su obra de caridad para salvarse de un futuro como el mío. Pero ellos no ven nada en mí, soy un espejo de sus miserias y por ello creen en mi desgracia, porque se miran bajo el efecto del alcohol como personas sin pena ni gloria. Pero todo eso no interesa, ni el falso orgullo ni la falsa conciencia, no se dan cuenta que yo ya no pierdo nada, que la nada es mi casa, el vacío de las calles por las noches, no entienden que yo no tengo y por lo tanto no carezco, les cuesta aceptar que soy una persona sin miedo.  

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