Erase una vez, uno de los tantos paréntesis que
hace la eternidad.
Sin manual de instrucciones para caminar, en
cambio un extenso historial de erratas que se suman a lo largo de la
interminable sucesión del Sol y la Luna.
Una moneda girando en los dominios del azar, que toca un poco de cosas
buenas y malas, una historia confundida en la incertidumbre de existir. Un
cuento que al hacer un recuento, puede contar varias anécdotas divertidas, nada
particularmente trágico ni triste, con un enfoque personal proclive a lo
pesimista, adquirido tal vez desde su origen o recogido en el transcurso, sin
intentar hacer responsable a nada ni a nadie, sencillamente una de las tantas
cosas que ignora el personaje. Un cuento que quisiera ser contado por varias
voces, saborear muchas dosis de revitalizantes carcajadas, recibir una carta
que le explique cómo encontrar el amor, participar entrañablemente en la
historia de alguien más, bailar sin cansarse, cantar a viva voz, acumular
buenos recuerdos y no temer la llegada de ese momento en que el narrador diga
como si cualquier cosa: “Colorín colorado, éste cuento se ha acabado…”
3 comentarios:
Me identifico con ese triste final al que también temo.
Me gustó la reflexión, aunque me perdí un poco, pero a la 2da leída lo capté mejor.
Don Pherro, me gustó mucho la introspección manifestada. Una vida con todos los matices y el iminente final pero sin reproche ni tristeza porque se ha vivido bien.
Saludines
Ora sí, hands down, señor hizo lo suyo y lo hizo bien. Nada más que decir.
Publicar un comentario