Introducción
De pie, quieto, ardiendo en llamas, quemando el pasto a sus
pies descalzos, la gente no puede acercarse a él. Está en el mejor momento para
dar su discurso, el discurso de su vida. Se le encuentra bien vestido, el traje
de gala que tanto trabajo le costó arreglar, doblar, colocarse mientras se veía
con ese otro que ora lo miraba inquisidor, ora lo miraba con sarcasmo pleno.
Consulta su reloj, es la hora y la multitud que no puede acercarse le aclama
con gritos, otros tantos con aplausos, otros, confundidos sólo lo miran
fijamente, hay quienes lloran y hay quienes cubren su rostro. Mientras los segundos avanzan miserablemente
y a cada minuto el escenario se ve más cerca, temblando, circundando en luces
que se opacan y encienden como si latieran. La sonrisa del otro aparece. El
traje impecable. Cierra sus ojos: está preparado.
Salida
El regocijo aún se escucha no tan lejos
Aplausos a rabiar con gritos ahogados
Las llamas parecen irse, pero no es así
El sol, las estrellas ahora le llaman
A descansar envuelto en fuego que consume
A pasear a la distancia de lo que odia hoy
Su mejor tino fue no tener mañana
Absorbido y derretido en las horas
El tiempo ya no existe, sólo la furia
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