Aquella tarde el cielo se miraba frágil, y el aire se sentía apagado como una inmensa sábana de frío que nos pasaba por encima de manera suave, tenue, cobijándonos, apagando lentamente nuestra humeante esperanza que no hacía más que escurrírsenos por los ojos. Era triste el rostro de tía estela, tío Manuel no dejó ni un instante de hacer trizas sus dedos entre nudos, ahora sé que trataba de amarrar aquel aroma tuyo en su pañuelo y yo plantado como el helecho en la esquina de tu cuarto, trataba de amarrarme bien las hojas y no ser presa de ese cambio repentino de primavera a un otoño agresivo y venidero.
Aun recuerdo tu sonrisa cautiva, tu delgada y última voz de arrullo tratando de aquietar nuestra tormenta de alaridos, tu despedida agreste y aquel aroma de ternura cálida y preventiva en momento exacto, anticipándote a nuestro invierno, anticipándote aquí a mis letras.
Porque a veces, seguidamente por las madrugadas, en el desayuno, en el variado humor de la cocina y hasta en la sal misma de los días nos visitas.
Te fuiste ya lo sé.
Te fuiste… pero te quedas.
6 comentarios:
Me gusta este aire a nostalgia que no es tan nostalgia. En un buen rato no te había leído en un ánimo tan liviano pero profundo.
Los dos renglones finales me sobraron, creo que se entendía la intención. Ahm, ¿ es disidente de la vida?
Frases muy bien elaboradas que invitan a ser leídas más de una vez. En tu estilo acostumbrado, que a mí la verdad, comienza a antojárseme muy repetitivo.
A mí me encanta leerte, y este post se me figura una caricia de no despedida. Ay, me llegó.
No había leído algo tuyo tan compacto, te confieso que me gustó más, así triste y resignado de lo que tiene que ser.
Disidente del amor, huida sin retorno.
Ligerito, fácil de entender.
triste
lento y triste
suave
me gusto por varias cosas, quiza mas porque se desvanece y se queda
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