sábado, 24 de diciembre de 2011

UN REGALO PARA VALENTÍN



Era una noche fría de invierno, el cielo y las estrellas cubrían el pueblo dando esperanza a todos los niños del orfanato.  Esa navidad no iba a ser como la del año pasado, no habría dulces, ni la maravillosa piñata de múltiples colores que todos esperaban con ansias, tampoco habría asado ni los fantásticos villancicos que el coro de la iglesia interpretaba para ellos volviendo la cena de navidad un momento único donde todos se sentían una gran familia.
Esa noche buena no sería la misma sin Valentín y su espíritu navideño, tal vez tendrían que acompañarlo todos en el hospital y hacer una fiesta con la esperanza de que superara la extraña enfermedad que pocos días antes le habían detectado, pero era imposible, todos habían escuchado atentamente las indicaciones del doctor Rómulo cuando aquella triste tarde dijo:
-Valentín no podrá ver a sus hermanos por mucho tiempo, tendrá que quedarse en el hospital completamente solo y lamentablemente no podrá celebrar la navidad.
-¿Por qué?-había preguntado Lily muy asustada
-Porque si convive por más tiempo con ustedes, puede ser que no sea el único enfermo en navidad.
Mamá Elena y Pablo, los padres adoptivos de todos los niños, habían prometido a sus hijos que estarían todo el tiempo con Valentín, pero ellos tendrían que estar en navidad en el orfanato bajo el cuidado de Clotilde, la amargada, enojona y fea cocinera.
Esa noche todos estaban en sus dormitorios con la esperanza de ver a su hermano y a sus padres entrar por la enorme puerta principal, cargados de regalos y listos para iniciar con la celebración, pero lo único que tenían era el cielo estrellado y el frío viento que llegaba desde la ventana. Clotilde se había negado rotundamente a celebrar con ellos, y muy enojada había dicho:
-Vah!...navidad, es sólo un pretexto para que Elena y Pablo llenen de regalos a niños consentidos y malcriados como ustedes.
Muy tristes, los niños se habían ido a sus dormitorios. Acordaron permanecer todos juntos contemplando el cielo enviando desde ahí buenos deseos para Valentín, no podían permitir que esa noche tan especial Clotilde les impidiera sentirse una gran familia.
En el hospital, Mamá Elena, Pablo y el doctor Rómulo permanecían al lado de Valentín brindándole muchos cuidados, ellos también conservaban la esperanza de que su hijo despertara en cualquier momento para poder volver al orfanato y pasar en familia la navidad.
-Creo que debes ir a ver cómo están nuestros otros hijos Pablo, es muy triste que estén solos en esta noche tan especial-había dicho mamá Elena.
-Para mí también es muy triste querida, pero en esta ocasión tenemos que estar con nuestro hijo, nos necesita, nuestros niños saben permanecer unidos y no dudo que desde allá nos están enviando sus buenos deseos.
Las horas transcurrían aproximando la media noche. En el orfanato nadie dormía, ni siquiera los más chicos, todas las pequeñas caritas estaban fijas en el cristal de la ventana que daba a la calle, sólo observaban y trataban de escuchar algún ruido entre el silencio de la soledad.
-Tlin, tlan, tlon recojo cacharros por montón, tlin, tlan, tlon.
El inesperado grito se escuchó en la calle sorprendiendo a los niños, jamás habían escuchado cancioncilla tan singular en el pueblo. Todos volvieron la mirada para ver de dónde procedía y grande fue su sorpresa al encontrarse con un jovencito no mucho mayor que ellos que vagaba solo por la calle con enormes sacos llenos de cacharros y cachivaches atados a la parte trasera de una vieja bicicleta.
Al pasar por la ventana fue inevitable que se percatara de las miradas que curiosamente lo seguían así que decidió detenerse.
-Hola niños, me sorprende que siendo una noche tan especial no estén celebrando la navidad.
-No nos lo permiten-replicó Gerardo, el mayor de los huérfanos.
-¿Y tú por qué tampoco estás celebrando?-preguntó Lily.
-Yo nunca he celebrado la navidad, a diferencia de ustedes yo no tengo nadititita de familia, nada de papás, hermanitos, tíos, abuelitos, nadititita. Desde muy chiquito he estado arriba de esta bicicleta cargando enormes sacos de cacharros para venderlos y poder comer de vez en cuando, pero aaah cómo me gustaría al menos una vez en la vida estar sentado en una mesota llena de comida como las que veo a través de las ventanas cada noche buena, y estar todo el tiempo riéndome rodeado de gente que me quiere.
-Seguramente podrías pasar la navidad con nosotros, pero esta noche Clotilde la cocinera nos lo prohibió, además nuestros papás están en el hospital con Valentín, nuestro hermano-dijo Dianita-a propósito, ¿cómo te llamas? jamás te habíamos visto en el pueblo.
-Me llamo Joaquín. Tengo pocos días que llegue a San Miguel, por eso no había tenido el gusto de conocerlos.
-Pues ahora puedes pasar por aquí las veces que quieras a saludarnos, te aseguro que todos seremos tus amigos-contesto Lupita.
Los niños siguieron platicando con su nuevo amigo contándole cómo era su vida en el orfanato y lo mucho que lamentaban no poder ver a Valentín y a sus padres esa noche. Joaquín muy atento escuchaba entendiendo perfectamente a los niños, pues él sabía sobremanera lo que se sentía estar solo en navidad.
-Tal vez yo pueda ayudarlos.
-Pero ¿cómo?-contestaron los niños.
-Puedo ir al hospital del pueblo y llevarle un regalo a Valentín, les aseguro que eso lo hará sentir mejor.
-Es una maravillosa idea Joaquín, pero aquí no tenemos nada que darle, además Clotilde no nos permitirá salir del cuarto para fabricarle algo bonito.
-Créanme que lo que más quiere  un niño que está solo en navidad es sentir a su lado a la gente que quiere.
-No nos podemos salir del orfanato y llegar con él al hospital, nos meteríamos en muchos líos.
-Yo sé que no, pero sí pueden enviarle cada quien algo especial, algo que signifique mucho para ustedes y que se lo obsequien como señal del cariño que le tienen.
En un enorme saco de cacharros los niños fueron echando mechones de cabello, estampas, juguetes, tarjetas, calcetines, dulces, fotografías y todos aquellos objetos que pudieran hacer sentir mejor a su hermano. Cuidando que Clotilde no pudiera escuchar ni el menor ruido terminaron su misión y entregaron el enorme paquete a Joaquín para que continuara su marcha ahora con rumbo al hospital de San Miguel.
-Tlin, taln, tlon, recojo cacharros por montón, tlin, tlan, tlon.
Joaquín se alejó por las calles oscuras dejando a sus nuevos amigos con la esperanza de que sus padres y su hermano sintieran que todos estaban juntos esa noche. A su alrededor podía ver por los enormes ventanales las repletas mesas que tanto anhelaba, las coloridas piñatas, los árboles de navidad, los regalos y sobre todo a las familias que felices disfrutaban la velada. Esforzándose por contener las lágrimas siguió su camino.
-Tlin, tlan, tlon, recojo cacharros por montón, tlin, tlan, tlon- se escuchó fuera del hospital.
Al escuchar al niño detenerse en la puerta Pablo salió para ver qué motivo tan importante lo obligaba a no celebrar la navidad y dirigirse hasta el hospital a esas horas de la noche.
-Buenas noches amiguito, qué te trae por aquí en esta noche tan fría.
-Buenas noches seños, usted debe ser Pablo, el papá de Valentín y todos mis amiguitos. Me llamo Joaquín y vengo aquí a traer un regalo que todos los niños envían a su hermanito.
-¡Santo cielo! Esto sí que me sorprende, sabía que permanecerían unidos, pero nunca creí que hicieran todo lo posible por hacerle llegar un regalo a Valentín, pero pasa amiguito, no te quedes ahí en la calle, iré por mi esposa para que ella también te agradezca tu noble hazaña.
Pablo se dirigió al cuarto donde su hijo aún permanecía en cama, tomó a Elena del brazo y la llevó hasta el recibidor del hospital donde Joaquín permanecía con el enorme saco en los brazos.
Con la más viva emoción sacaron cada uno de los objetos enviados por los niños colocándolos junto a la cama de Valentín. Pronto aquello parecía una cálida fiesta, había muchos colores, sonrisas y sobre todo una gran familia unida.
-Bueno señores, buenas noches, yo me retiro, que tengan feliz navidad.
-Tú no vas a ningún lado jovencito, ya me habían hablado de ti, eres Joaquín, el pequeño cacharrero que llegó al pueblo.
-Así es señor.
-Joaquín  mi esposo, mis hijos y yo estaríamos encantados de que te unieras a nuestra familia, pensábamos proponértelo hace días, pero hemos estado muy ocupados con nuestro hijo Valentín. ¿Qué dices, quieres formar parte de nosotros?
Escondiendo unas pequeñas lágrimas Joaquín asintió con un ligero movimiento de cabeza. Pablo y Elena lo abrazaron y le permitieron permanecer esa noche en el hospital.
A la mañana siguiente en el orfanato se armó una algarabía cuando en el momento menos esperado los niños vieron entrar a su familia acompañada de Joaquín, todos se maravillaron cuando el pequeño Valentín les relató cómo mágicamente había sido despertado por un Tlin, tlan, tlon que se escucho justo en el momento en que comenzaba la navidad.

6 comentarios:

Ros dijo...

Qué bonita historia, la verdad que me contagió, y a pesar de que no me gustan estas fechas, me sumí en el ambiente y al terminar de leer no pude más que poner una sonrisota.
Conmovedora, buen uso del lenguaje, personajes y nombres acertados, engancha, con mensaje, por ahí algunos dedazos... pero vaya, se nota que lo tuyo es trabajar con niños. Bravo.
Saludos Julieta, ah, e igualmente: ¡feliz navidad!

Augustine X dijo...

Yo creo que es un cuento bonito, logras mantener la atención y darnos un final feliz muy acorde a las fechas.
Un abrazo y Felices fiestas.

Unknown dijo...

La típica historia de Navidad, súper optimista y de esperanzas realizadas.
Si la vida fuera así, a pesar de la enfermedad o la muerte, todos seriamos felices.

maldito desgraciado dijo...

Cuando empecé a leer el texto, dije chin! otro cuento de esos azotados que acaban buena onda.. y así fue. En lo personal no me agradan este tipo de historias, no las digiero bien y no me sale hacerlas, pero lo que rescato mucho de tu texto es que mantienes la línea siempre, y eso es algo difícil y también es algo que se agradece.
Y tallereando, en cuanto a la redacción en los diálogos falta colocar algunas comas vocativas, ejem.. "Creo que debes ir a ver cómo están nuestros otros hijos, Pablo" Y pues ya me largo.
Felices fiestas! aah sí, y bienvenida al blog jeje.

Dr. Gonzo dijo...

El tipo de historia bonita que no cae mal porque no tiene el exceso de azúcar que pudiera pensarse. AUnque si bien tiene un tono meloso, no hostiga y ya de entrada eso es bueno. Las líneas narrativas son coherentes y mantienen un ritmo, bien por eso.

Paco Payán dijo...

Bien por el relato, como mencionan arriba no se convierte en una manzana acaramelada y llevas bien la historia y el cierre. Vientos y por aquí seguiremos dando guerra.

Saludos