Era una noche fría de invierno, el cielo y las estrellas cubrían el
pueblo dando esperanza a todos los niños del orfanato. Esa navidad no iba a ser como la del año
pasado, no habría dulces, ni la maravillosa piñata de múltiples colores que
todos esperaban con ansias, tampoco habría asado ni los fantásticos villancicos
que el coro de la iglesia interpretaba para ellos volviendo la cena de navidad
un momento único donde todos se sentían una gran familia.
Esa noche buena no sería la misma sin Valentín y su espíritu
navideño, tal vez tendrían que acompañarlo todos en el hospital y hacer una
fiesta con la esperanza de que superara la extraña enfermedad que pocos días
antes le habían detectado, pero era imposible, todos habían escuchado
atentamente las indicaciones del doctor Rómulo cuando aquella triste tarde
dijo:
-Valentín no podrá ver a sus hermanos por mucho tiempo, tendrá que
quedarse en el hospital completamente solo y lamentablemente no podrá celebrar
la navidad.
-¿Por qué?-había preguntado Lily muy
asustada
-Porque si convive por más tiempo con ustedes, puede ser que no sea
el único enfermo en navidad.
Mamá Elena y Pablo, los padres adoptivos de todos los niños, habían
prometido a sus hijos que estarían todo el tiempo con Valentín, pero ellos
tendrían que estar en navidad en el orfanato bajo el cuidado de Clotilde, la
amargada, enojona y fea cocinera.
Esa noche todos estaban en sus dormitorios con la esperanza de ver
a su hermano y a sus padres entrar por la enorme puerta principal, cargados de
regalos y listos para iniciar con la celebración, pero lo único que tenían era
el cielo estrellado y el frío viento que llegaba desde la ventana. Clotilde se
había negado rotundamente a celebrar con ellos, y muy enojada había
dicho:
-Vah!...navidad, es sólo un pretexto para que Elena y Pablo llenen
de regalos a niños consentidos y malcriados como
ustedes.
Muy tristes, los niños se habían ido a sus dormitorios. Acordaron
permanecer todos juntos contemplando el cielo enviando desde ahí buenos deseos
para Valentín, no podían permitir que esa noche tan especial Clotilde les
impidiera sentirse una gran familia.
En el hospital, Mamá Elena, Pablo y el doctor Rómulo permanecían al
lado de Valentín brindándole muchos cuidados, ellos también conservaban la
esperanza de que su hijo despertara en cualquier momento para poder volver al
orfanato y pasar en familia la navidad.
-Creo que debes ir a ver cómo están nuestros otros hijos Pablo, es
muy triste que estén solos en esta noche tan especial-había dicho mamá
Elena.
-Para mí también es muy triste querida, pero en esta ocasión
tenemos que estar con nuestro hijo, nos necesita, nuestros niños saben
permanecer unidos y no dudo que desde allá nos están enviando sus buenos
deseos.
Las horas transcurrían aproximando la media noche. En el orfanato
nadie dormía, ni siquiera los más chicos, todas las pequeñas caritas estaban
fijas en el cristal de la ventana que daba a la calle, sólo observaban y
trataban de escuchar algún ruido entre el silencio de la
soledad.
-Tlin, tlan, tlon recojo cacharros por montón, tlin, tlan,
tlon.
El inesperado grito se escuchó en la calle sorprendiendo a los
niños, jamás habían escuchado cancioncilla tan singular en el pueblo. Todos
volvieron la mirada para ver de dónde procedía y grande fue su sorpresa al
encontrarse con un jovencito no mucho mayor que ellos que vagaba solo por la
calle con enormes sacos llenos de cacharros y cachivaches atados a la parte
trasera de una vieja bicicleta.
Al pasar por la ventana fue inevitable que se percatara de las
miradas que curiosamente lo seguían así que decidió
detenerse.
-Hola niños, me sorprende que siendo una noche tan especial no
estén celebrando la navidad.
-No nos lo permiten-replicó Gerardo, el mayor de los
huérfanos.
-¿Y tú por qué tampoco estás celebrando?-preguntó
Lily.
-Yo nunca he celebrado la navidad, a diferencia de ustedes yo no
tengo nadititita de familia, nada de papás, hermanitos, tíos, abuelitos,
nadititita. Desde muy chiquito he estado arriba de esta bicicleta cargando
enormes sacos de cacharros para venderlos y poder comer de vez en cuando, pero
aaah cómo me gustaría al menos una vez en la vida estar sentado en una mesota
llena de comida como las que veo a través de las ventanas cada noche buena, y
estar todo el tiempo riéndome rodeado de gente que me
quiere.
-Seguramente podrías pasar la navidad con nosotros, pero esta noche
Clotilde la cocinera nos lo prohibió, además nuestros papás están en el hospital
con Valentín, nuestro hermano-dijo Dianita-a propósito, ¿cómo te llamas? jamás
te habíamos visto en el pueblo.
-Me llamo Joaquín. Tengo pocos días que llegue a San Miguel, por
eso no había tenido el gusto de conocerlos.
-Pues ahora puedes pasar por aquí las veces que quieras a
saludarnos, te aseguro que todos seremos tus amigos-contesto
Lupita.
Los niños siguieron platicando con su nuevo amigo contándole cómo
era su vida en el orfanato y lo mucho que lamentaban no poder ver a Valentín y a
sus padres esa noche. Joaquín muy atento escuchaba entendiendo perfectamente a
los niños, pues él sabía sobremanera lo que se sentía estar solo en
navidad.
-Tal vez yo pueda ayudarlos.
-Pero ¿cómo?-contestaron los niños.
-Puedo ir al hospital del pueblo y llevarle un regalo a Valentín,
les aseguro que eso lo hará sentir mejor.
-Es una maravillosa idea Joaquín, pero aquí no tenemos nada que
darle, además Clotilde no nos permitirá salir del cuarto para fabricarle algo
bonito.
-Créanme que lo que más quiere
un niño que está solo en navidad es sentir a su lado a la gente que
quiere.
-No nos podemos salir del orfanato y llegar con él al hospital, nos
meteríamos en muchos líos.
-Yo sé que no, pero sí pueden enviarle cada quien algo especial,
algo que signifique mucho para ustedes y que se lo obsequien como señal del
cariño que le tienen.
En un enorme saco de cacharros los niños fueron echando mechones de
cabello, estampas, juguetes, tarjetas, calcetines, dulces, fotografías y todos
aquellos objetos que pudieran hacer sentir mejor a su hermano. Cuidando que
Clotilde no pudiera escuchar ni el menor ruido terminaron su misión y entregaron
el enorme paquete a Joaquín para que continuara su marcha ahora con rumbo al
hospital de San Miguel.
-Tlin, taln, tlon, recojo cacharros por montón, tlin, tlan,
tlon.
Joaquín se alejó por las calles oscuras dejando a sus nuevos amigos
con la esperanza de que sus padres y su hermano sintieran que todos estaban
juntos esa noche. A su alrededor podía ver por los enormes ventanales las
repletas mesas que tanto anhelaba, las coloridas piñatas, los árboles de
navidad, los regalos y sobre todo a las familias que felices disfrutaban la
velada. Esforzándose por contener las lágrimas siguió su
camino.
-Tlin, tlan, tlon, recojo cacharros por montón, tlin, tlan, tlon-
se escuchó fuera del hospital.
Al escuchar al niño detenerse en la puerta Pablo salió para ver qué
motivo tan importante lo obligaba a no celebrar la navidad y dirigirse hasta el
hospital a esas horas de la noche.
-Buenas noches amiguito, qué te trae por aquí en esta noche tan
fría.
-Buenas noches seños, usted debe ser Pablo, el papá de Valentín y
todos mis amiguitos. Me llamo Joaquín y vengo aquí a traer un regalo que todos
los niños envían a su hermanito.
-¡Santo cielo! Esto sí que me sorprende, sabía que permanecerían
unidos, pero nunca creí que hicieran todo lo posible por hacerle llegar un
regalo a Valentín, pero pasa amiguito, no te quedes ahí en la calle, iré por mi
esposa para que ella también te agradezca tu noble
hazaña.
Pablo se dirigió al cuarto donde su hijo aún permanecía en cama,
tomó a Elena del brazo y la llevó hasta el recibidor del hospital donde Joaquín
permanecía con el enorme saco en los brazos.
Con la más viva emoción sacaron cada uno de los objetos enviados
por los niños colocándolos junto a la cama de Valentín. Pronto aquello parecía
una cálida fiesta, había muchos colores, sonrisas y sobre todo una gran familia
unida.
-Bueno señores, buenas noches, yo me retiro, que tengan feliz
navidad.
-Tú no vas a ningún lado jovencito, ya me habían hablado de ti,
eres Joaquín, el pequeño cacharrero que llegó al
pueblo.
-Así es señor.
-Joaquín mi esposo, mis hijos y yo estaríamos encantados de que te
unieras a nuestra familia, pensábamos proponértelo hace días, pero hemos estado
muy ocupados con nuestro hijo Valentín. ¿Qué dices, quieres formar parte de
nosotros?
Escondiendo unas pequeñas lágrimas Joaquín asintió con un ligero
movimiento de cabeza. Pablo y Elena lo abrazaron y le permitieron permanecer esa
noche en el hospital.
A la mañana siguiente en el orfanato se armó una algarabía cuando
en el momento menos esperado los niños vieron entrar a su familia acompañada de
Joaquín, todos se maravillaron cuando el pequeño Valentín les relató cómo
mágicamente había sido despertado por un Tlin, tlan, tlon que se escucho justo
en el momento en que comenzaba la navidad.
6 comentarios:
Qué bonita historia, la verdad que me contagió, y a pesar de que no me gustan estas fechas, me sumí en el ambiente y al terminar de leer no pude más que poner una sonrisota.
Conmovedora, buen uso del lenguaje, personajes y nombres acertados, engancha, con mensaje, por ahí algunos dedazos... pero vaya, se nota que lo tuyo es trabajar con niños. Bravo.
Saludos Julieta, ah, e igualmente: ¡feliz navidad!
Yo creo que es un cuento bonito, logras mantener la atención y darnos un final feliz muy acorde a las fechas.
Un abrazo y Felices fiestas.
La típica historia de Navidad, súper optimista y de esperanzas realizadas.
Si la vida fuera así, a pesar de la enfermedad o la muerte, todos seriamos felices.
Cuando empecé a leer el texto, dije chin! otro cuento de esos azotados que acaban buena onda.. y así fue. En lo personal no me agradan este tipo de historias, no las digiero bien y no me sale hacerlas, pero lo que rescato mucho de tu texto es que mantienes la línea siempre, y eso es algo difícil y también es algo que se agradece.
Y tallereando, en cuanto a la redacción en los diálogos falta colocar algunas comas vocativas, ejem.. "Creo que debes ir a ver cómo están nuestros otros hijos, Pablo" Y pues ya me largo.
Felices fiestas! aah sí, y bienvenida al blog jeje.
El tipo de historia bonita que no cae mal porque no tiene el exceso de azúcar que pudiera pensarse. AUnque si bien tiene un tono meloso, no hostiga y ya de entrada eso es bueno. Las líneas narrativas son coherentes y mantienen un ritmo, bien por eso.
Bien por el relato, como mencionan arriba no se convierte en una manzana acaramelada y llevas bien la historia y el cierre. Vientos y por aquí seguiremos dando guerra.
Saludos
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