sábado, 17 de marzo de 2012


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Leer es siempre escribir.  Cuando uno lee escribe, o si se quiere reescribe, injertando su singularidad en el texto del otro. Toda lectura o escritura es incompleta, no es que se preste a muchas interpretaciones como singularidades existan, sino que algo le falta, hay eso que resiste a que sea cerrada o impuesta. Ningún texto es autoridad en ese sentido, no tiene derecho a exigir lo que significa o que se le entienda con la intención con la que se encuentra escrito, aunque eso no quiera decir que todas las interpretaciones valgan; un buen libro o texto da mucho de sí, puede tejer vínculos inconmensurables aunque no cualquiera ni como sea, las lecturas y escrituras infinitas tienen que tener un sentido que pueda diseminarse en otros sentidos. Pero, si los textos resisten a la uniformidad es porque llevan en ellos una carencia de origen, una falta en el inicio de su puesta en juego, siempre hay algo que no se dice, que se omite. El acto de escribir es defectuoso en sí mismo, escribimos pero cuando lo hacemos no sólo plasmamos o inscribimos sino que tachamos, borramos; la escritura sin la borradura no es nada, sin las migas que se quedan cuando se borra el grafito de una hoja que intenta soportar un texto. Eso que resta y sobra pero no está es lo que activa la apertura del texto, cuántas veces nos dicen que debemos saber leer entre líneas, entre lo que no se expresa pero que está ahí como tachadura y acción de una goma. Nada es tan claro ni tan evidente en la escritura, pero eso no significa que leer un texto suponga la acción desentrañar un misterio, una incógnita entre líneas, por el contrario, los textos siempre están expuestos, tan expuestos que no esconden nada, la escritura de otro es como la desnudez, no oculta nada pero hay que saber recorrerla, andar en sus entresijos. Pero leer y escribir no es sólo una cuestión de saber sino sobre todo un deseo, si el cuerpo no está involucrado en la escritura, si la lectura no es exponerse a ser tocado por otro entonces es imposible amar los textos, recorrer sentidos. Habría que pensar en lo tanto que tiene de impulso la escritura, en lo que tiene vida, con sus avances y retrocesos, sus subrayados al repetir una acción o una frase, en sus omisiones, sus borraduras; podríamos preguntarnos cuántas cosas no decimos y borramos, como escribir una frase es un camino de dudas, de interrupciones, ejercicio de memoria. Tachamos y borramos inconscientemente, es mecánico, no le damos importancia, pensamos en lo que vemos impreso, escrito, obviamos lo relevante de lo no dicho, excluimos sin darnos cuenta su valor, cuando es precisamente de lo que se borra de donde se sacan todos los nuevos textos a escribir.

3 comentarios:

Julieta dijo...

Me gusta tu forma tan literal y tan profunda de desarrollar el tema. Buenas reflexiones en un escrito ligerito que tal vez es producto de borrar y volver a escribir. Un placer leerte =)

Dr. Gonzo dijo...

Como un verdadero susurro ayudado de un martillo, revelaciones de la escritura y sus tachoneos. Me gustó mucho.

Anónimo dijo...

La escritura y la vida son tan semejantes en el acto de "corregir", que dejas que piense cuánto más he de borrar. Lindo escrito.