sábado, 24 de marzo de 2012

Una reflexión



Reconozco que mi obra es buena, pero en el sinfín de los tiempos, en retrospectiva, parece que siempre ha sido oscura y despreciable. No es que me importe al final. Justo acabo de enseñar a estos pobres nómadas a labrar la tierra y a obtener frutos de ella y no ha sido un malestar ni tristeza para ellos. Compungido fui yo que no he obtenido otro reconocimiento que no sea el de “el manchado”, “perdición” o “el signo”. Debo admitir que la lejanía con mis semejantes es reconfortante. No debo verme forzado a saludar ni a sonreír, ni siquiera a fingir que otros me caen bien. Eso es benéfico y hace que de haber sido compungido (durante un muy corto tiempo he de decir) sea alguien alegre. Vaya, que si comparto que el fraticidio me ha traído momentos inolvidables y hasta alegres, seguramente otro rayón sería puesto en mi piel. ¿A quién le importa? Fundé ciudades, mostré bondades de la agricultura y he impuesto una moda al caminar tanto como lo hago pues soy el nómada que enseña a ser sedentario. Eso es, de eso se trata, tengo estilo y buena figura, no cargo toda esa carne en mi cuerpo, ni tampoco tengo un culo ancho como mis nuevos sedentarios. Debo decir que las marchantes voltean a verme constantemente y de las que puede verse su rostro, me sonríen sin empacho. Y lo reconozco: han sido tantas hasta ahora, que ya perdí la cuenta. Han sido tantos los lechos prestados y los bramidos de placer, que seguramente, mi descendencia tiene más ramas que las que podrías esperar de estos pequeños árboles callosos que están a nivel de mi mirada. Porque mi mirada… no obstante debería sentenciar a la tierra, sirve más atrayendo a los ojos femeninos, quitando todo pudor de en medio, quitando toda seda y vuelta que puedan tener. Eso ha servido también con los varones, pues al chasquido de mis dedos, las herramientas y los bueyes, el cuero y las amarras, llegan en instantes. Porque no todo se trata de instrumentos e hincarme a sonreírle al pasto recién nacido, tocando su accidentado terreno. También he de influir sobre las tribus y las casas, los anchos cercos que inútilmente se quedan varados unas semanas y emprenden el camino. Aquí hay sabiduría de la lengua. No por nada tuve las maneras para convencer a mi hermano, la labia excelsa de ocultar mi supuesto pecado. Ahora convenzo a estos pobres de que pueden humedecer la tierra, hundir sus dedos en ella para ararla y obtener frutos para alimentarse. ¿Y qué ha dicho ante eso mi señor? Nada en absoluto. Según él, me condenó a vagar por la tierra sin poder morir y sin hallar un hogar ¿quién quiere un hogar cuando puede tener el sedimento en sus manos y la gracia viril de brincar en un catre distinto cada tercera luna dejando un simiente que no va a terminar? Estoy seguro que él no. Por eso tantos años ya que perdí la cuenta, tantas lunas en las que mis ojos se han posado y lo sé, las lunas han envejecido y yo no, yo sigo manteniendo esta barba ceniza, mientras los pueblos cubren nieve en sus cabezas. Tantos años ya y no pudieron entender que Rómulo hizo tanto bien por las ciudades siguiendo mi ejemplo, como yo con mis manos quebradizas y anchas, fuertes y delicadas a la vista, por mis congéneres. Qué gran vida es esta, ya que no puedes aburrirte cuando miras a los pueblos cambiar y andar, instalarse y convertir montículos de barro en torres y concreto. Tierra más tierra, años más años y mi mirada no se extingue ante las posibilidades. Cada vez que termino una vuelta al mundo, hay algo nuevo que ver, algo nuevo que averiguar. Conocimiento y sabiduría terrenal ante el engaño de la gloria paradisíaca que se extinguió hace tanto. ¿Quién podría creerlo a estas alturas? Sinceramente, si yo no viniera de ese retrato de la felicidad chabacana, tampoco lo creería. Hombres y mujeres, cruzados entre ellos, de colores y sabores, de tesituras y suspiros, avocados en una tarea sin fin. Mi maldición es de ellos y mi triunfo innegable está patente alrededor de este mundo. Tan solo hace unos días escuché que el legado de mi occiso hermano es rechazado hasta por instituciones humanas. No más sacrificio, no más violencia para los animales. La verdad es que no habría imaginado que algo llamado PETA fuera tan radical en cuidarlos. La simiente se persigue a sí misma, se alimenta de nuevas ideas y estrellan una carcajada de triunfo a mi señor. Oh, señor, moriste hace tanto, que seguro de ti, ni el recuerdo quedará dentro de poco. Yo me aseguraré de que así sea. Amén señor, amén.

2 comentarios:

Ros dijo...

Arrrr, esto amerita dos leídas, o tres. Me gustó tu reflexión, plagada de datos, referencias... se antoja diseccionarla, pero a la vez me da miedo, jaja.
La verdad que así de entrada disfruté tu prosa, muy gonziana, rules.
=)

Fantasía psiquiátrica dijo...

Vaya, de verdad que es toda una reflexión, y como buena reflexión cala, desamortigua lo que crees, si es que crees en algo. Ese recorrer eterno, en eternos placeres, ajá, disputas eternas también. Una buena replica y sentido distinto de este tema.
Muy bueno, saludos.