domingo, 11 de marzo de 2012

Domingo en la Santa Fe


Eran las primeras horas de aquel domingo 21 de Marzo, de todos los puntos de la comarca comenzaba el peregrinar de gente, por las laderas de los cerros bajaban los mineros y las galereñas, los mozos y los gendarmes, los soldados de bonetes rojos y los arrieros de largos calzones blancos, hasta alcanzar los estrechos y laberinticos callejones de casas apiñadas sin orden ni concierto,  donde crecía el bullicio de niños jugando y comerciantes gritando a todo pulmón sus mercaderías.
El aroma a champurrado, atole y buñuelos inundaba la plaza, mientras, a lo lejos doblaban ya las campanas de la basílica de nuestra señora de Guadalupe, anunciando el inicio del rito de purificación y piedad que se rendiría.
Las señoras de la aristocracia con sus grandes y hampones vestidos apuraban a sus damas de compañía, para llegar rápido y alcanzar uno de los lugares principales en la plaza del  baratillo, los hombres importantes acicalaban sus bigotes, mientras el humo de sus habanos se perdía en el aire, discutiendo sobre la culpabilidad de “Juan el moro”.
En realidad todos hablaban de “Juan el moro” un negro de unos cuarenta años, alto y fuerte, acostumbrado a las faenas mas duras, que había llegado como esclavo para trabajar en “La  Valenciana” de donde escapó; se dice, matando a varios de los guardias.
Capturado en un recodo del camino fue  acusado de herejía, culto al diablo, sedición, apostasía  y todo lo que el Santo Oficio había logrado hacer que confesara.
Aderezado, por supuesto, por las historias fantásticas que el vulgo inventaba, que si volaba, hacía hechizos, que si era mago, brujo o nahual, que revivía muertos y hacía pociones o que si robaba y violaba doncellas en las veredas del bosque. De repente “El moro” tenía la culpa hasta de las sequías o las epidemias que asolaban  a la Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato.
La leyenda y superstición habían hecho de aquel infeliz el blanco perfecto para descargar todos los odios y frustraciones de tan religioso pueblo.
A las nueve en punto, se abrieron las puertas de la gendarmería, apareció la figura de aquel hombre cubierto con un cilio y un sanbenito de manta burda con una enorme cruz gualda sobre el pecho, un capirote blanco lo señalaba mientras avanzaba lentamente por la calle empedrada, su cara manchada de sangre seca y cardenales en los ojos no lo dejaban ver, en dos semanas había perdido casi la mitad de su peso; apenas y podía estar en pie, los oficiales que lo flanqueaban lo tomaban por los hombros de cuando en cuando para ayudarlo a recorrer las cuatro manzanas que lo separaban del patíbulo.
Un sacerdote presidía el cortejo con un báculo de oro y plata en su mano, oraba y se dirigía a la multitud pidiendo perdón para el condenado, mientras un monaguillo balanceaba un incensario. La gente del pueblo lanzaba lo que podía contra aquel pobre negro, lo mismo un insulto, que una piedra.
Al llegar a la plaza mayor,  se escuchaban los tambores de los soldados que aguardaban. El verdugo se acercó al moro y lo acompañó a lo alto del estrado donde la horca lo esperaba, con sumo cuidado ató sus manos a la espalda y colocó la soga al cuello.
Por eso –dijo el guía– esa momia tiene esas marcas alrededor del cuello,  pasen por este lado y por favor no se queden atrás, ni tomen fotografías con flash.

4 comentarios:

Ros dijo...

Me parece bueno el relato Cap, sobre todo el girito del final.
Leerle es zambullirse en otra época, de repente es chido retomar palabras en desuso, rescatarlas... eso se lo aplaudo.
Como lo he dicho desde el inicio de escribicionistas, usté hace la narrativa ligerita. Buenas las descripciones, ricas en olores, tanto como un paisaje inquisitivo.

Anónimo dijo...

Me gustan este tipo de relatos, aderezados con todo tipo de descripciones que me ayuden a recrear esos imaginarios ajenos. El pasado me encantan supongo que por eso me dedico a la historia. El relato ruls!!



Siracusa

Dr. Gonzo dijo...

¿Sabes Cap? ubicas al lector en la época con un imaginerío vasto y pleno de recursos y el giro final muy sutil, que no te hace darte cuenta hasta que lees la palabra "flash". Muy bueno.

Paco Payán dijo...

Bien montada todas las descripciones que te llevan de la mano por el tiempo con sorpresivo final. Fluido, nada pretencioso y efectivo. Muy buen texto.