sábado, 10 de noviembre de 2012

MINGA


"Cuando sea grande quiero ser un niño"




Para lanzar maldiciones, nadie como ella. Un día me la encontré en un semáforo tan rojo como su rostro curtido por el sol. Se acercó a la ventana  y me mostró una vieja receta médica, -Dame pa’ mis medicinas– sentenció.
Busqué en uno de los compartimentos, entre monedas de cincuenta centavos y un peso, pude juntar cuatro pesos; se los extendí y los tomó con el desgano más cínico que he visto en mi vida, luego de que los guardó en la bolsa de su delantal se despidió de mí, -tacaño hijo de puta –fue lo único que alcancé a escuchar, pues la luz verde me pedía avanzar.
Una sonrisa se me pintó en automático, me gusta la bravura de esa chica, nadie como ella, insisto. Ojalá yo pudiera funcionar así. Escojo sus insultos, el momento y su  persona para recordarme que un día moriré asfixiado por las palabras que nunca dije.

6 comentarios:

Unknown dijo...

Una vez más metes mucho en pocos párrafos, muy bueno el texto. Asfixiados e indigestos, hay que evitar morir así.
Saludos.

elpresley dijo...

Mejor elige las palabras de Saramago, de Cernuda o Borges puestos a morir por las palabras que nunca dijimos. Saludos.

Dr. Gonzo dijo...

En la virtud de la escasez está esa carga de significados y contenidos en pocos párrafos. Comparto lo que dice Pherro en ese aspecto. Me gustó la historia, pero creo que nos sigues quedando a deber un poco de lo que puedes dar en realidad.

Anónimo dijo...

Gracias chicos, =)

Ros.

Javier dijo...

El final lo mejor.

ferrrioni dijo...

Esa Minga era una hija de la chingada; ya murió, nomás sus mentadas de madre quedaron flotando en los jardines del centro de Colima.